Belleza del mundo
Anonimo
(argentina)
Cuento
Había una vez un viejo y
una vieja que tenían una hija tan hermosa que la llamaban Belleza
del Mundo.
La vieja era adivina y
hechicera.
Un príncipe, que andaba de
viaje, llegó un día a la casa y, al conocer y tratar a Belleza del Mundo, quedó
prendado de la niña y la pidió a los padres para casarse con ella. Los padres
se opusieron, porque preferían dedicarla a las artes de la madre, pero como la
niña quería también al Príncipe, que era virtuoso y valiente, tuvieron que
consentir.
El día de la boda, Belleza
del Mundo dijo al Príncipe que sus padres pensaban matarlos esa noche y que
sólo se salvarían huyendo. Se pusieron de acuerdo para la fuga.
A la hora de dormir, se
fueron a su alcoba y fingieron acostarse.
-Vete al corral, -dijo la
niña al Príncipe-, ensilla el caballo overo que hace una legua por tranco, y
con un cuchillo desgarrona[1]
la chancha negra que hace dos leguas.
Dejó tres gotas de saliva
para que contestaran por ella cuando la hablaran, y llevó por todo equipaje una
polvera, un peine y un espejo.
Abandonaron la casa con el
mayor cuidado, para no ser descubiertos.
Al rato, la vieja,
sobresaltada, dijo a su marido:
-Viejo, Belleza del Mundo
se nos va.
-¿Cómo crees que puede irse
sin que la veamos?, -contestó él.
-Llámala.
La vieja llamó a Belleza
del Mundo.
La primera gota de saliva
contestó:
-¡Señora![2]
Pasaron unas horas y la
vieja volvió a decir, llena de inquietud:
-Viejo, Belleza del Mundo
se nos va.
-No, vieja, ¿cómo puede
irse? Llámala y verás que aún está despierta.
-¡Belleza del Mundo!, -llamó
la vieja, y la segunda gota de saliva contestó:
-¡Señora!
Se quedaron tranquilos nuevamente, pero, al
amanecer, la vieja, desesperada, volvió a decir:
-Viejo, estoy segura de que
Belleza del Mundo se nos va - y la llamó otra vez. La última gota de saliva,
casi seca, respondió débilmente:
-¡Señora! ...
Segura de saber lo que
había ocurrido, la vieja salió de su habitación, revisó la alcoba y el corral,
y volvió gritando:
-¿No te decía, viejo
confiado? Han huído en el caballo overo y han desgarronado la chancha para que
no los podamos seguir. Vete en ella, que algo corre todavía, y tráemelos en
cualquier forma. Ya me las pagarán.
Salió el viejo en
persecución de los fugitivos.
Los jóvenes habían recorrido buena parte del
camino, cuando Belleza del Mundo dijo a su compañero:
-¿Ves aquella nubecita de
polvo? Es mi padre que nos persigue. Cuando nos alcance haremos del caballo una
planta, yo me convertiré en una flor y tú en un picaflor. Si mi padre quiere
cortar la flor, pícale un ojo a la chancha y no la dejes arrimarse.
Cuando llegó el viejo, al
ver aquella flor tan preciosa quiso cortarla, pero el picaflor dió un picotazo
en un ojo a la chancha que corcoveó y no quiso seguir; el viejo tuvo que
volverse.
Cuando el viejo contó a la vieja lo que le
había pasado, ella le dijo:
-Qué poco vivo eres: la
planta era el caballo, la
flor Belleza del Mundo, y el picaflor el joven. Vuelve a
seguirlos; de cualquier modo me los tienes que traer.
Cuida de que no te engañen otra
vez.
El viejo partió nuevamente.
Belleza del Mundo lo vio
desde lejos y le dijo a su compañero:
-Mi padre vuelve.
Seguramente mi madre le ha explicado todo y le ha dado instrucciones para que
nos descubra.
Cuando esté cerca haremos
del caballo una iglesia, de sus pelos los fieles, yo me convertiré en una
virgen y tú en un sacerdote. Si algo te pregunta, tú dirás: Santa
María, yo no he visto nada.
Llegó el padre y preguntó
al sacerdote:
-¿No ha visto pasar por
aquí un joven, montado en un caballo overo, que lleva a una niña a las ancas?
El sacerdote, imitando la
entonación con que se dice misa, contestó:
-Santa María, yo no he
visto nada. - Y todos los fieles lo repitieron en coro.
Convencido el viejo de que
habían tomado otro rumbo, se volvió cuando le contó a la vieja todo lo
ocurrido, ella le dijo:
-¡Ah, viejo, te engañaron
nuevamente! La iglesia era el caballo y sus fieles los pelos; la virgen,
Belleza del Mundo, y el sacerdote, el joven. Yo iré, a mí no me podrán burlar.
La vieja montó en la chancha que casi había
sanado de sus heridas y corría con mayor velocidad.
La niña la vio a gran
distancia, y le dijo a su compañero:
-Es mi madre la que nos
sigue ahora. Tendremos que defendernos con más inteligencia.
Cuando estuvo cerca, le
tiró el polvo, y una niebla espesa le cortó el camino. La vieja dio tantas
vueltas e insistió tanto, que al fin pudo pasar.
Alcanzó otra vez a los
fugitivos y la niña le tiró el peine. Se formó un pencal tan erizado de espinas
que la chancha se resistía a entrar, pero la vieja perseverótanto que al fin
pudo cruzarlo.
Al alcanzarlos por tercera
vez, la niña dijo al Príncipe:
-Cuando llegue mi madre,
formaremos una laguna; tú y yo nos transformaremos en patitos y nadaremos en
ella. Nostirará tres bolas mágicas. Si con alguna nos toca, nosperderemos; si
podemos evitarlas, venceremos su poder, y nos dejará en paz.
Cuando la vieja creyó
tenerlos en sus manos, la niña tiró el espejo que se convirtió en una gran
laguna, y ellos se transformaron en patos.
No pudo penetrar en la
laguna por su profundidad. Tiró entonces sus tres bolas mágicas, y las tres
veces lospatitos pudieron hundirse tan rápidamente que ninguna bola los tocó.
Sintiéndose derrotada, la vieja gritó a su hija:
-Anda, ingrata, que el que
te lleva te olvidará. Y se volvió.
Los dos jóvenes, contentos
de haber triunfado en aquella aventura, siguieron su camino.
Ya en las afueras de la
ciudad donde vivía el Príncipe, quiso él adelantarse para explicar a sus padres
todo lo sucedido y hacer preparar un digno recibimiento para su esposa. De
común acuerdo llegaron al ranchito de una viejecita muy pobre. La viejecita los
recibió cariñosamente y la niña se hospedó allí. Belleza del Mundo le pidió al
Príncipe, al despedirlo, que no sedejara abrazar por nadie si no quería
olvidarla. El se lo prometió.
Llegó el Príncipe al
palacio y sus padres salieron a recibirlo jubilosos, pero él no permitió que lo
abrazaran. Así lo hizo con todos sus parientes y amigos; pero, en un descuido,
una perrita que tenía desde niño, le abrazó las piernas y en el acto se olvidó
de todo.
Pasó el tiempo; el Rey
quiso casar a su hijo con una princesa y el Príncipe aceptó.
Belleza del Mundo, que
seguía viviendo en el rancho de la viejecita, tuvo noticias de la boda y se
presentó en el palacio el día en que se consagraba.
Rogó que la dejaran hacer
unas pruebas para entretener a la concurrencia con una gallinita y un gallito
que hablaban.
Se le dio permiso. Todos
quedaron asombrados de la belleza de la joven, y muy maravillado el Príncipe,
pero como había perdido la memoria no la reconoció.
Belleza del Mundo puso en
medio del gran salón a sus animalitos. Ellos, entre vueltas y saltitos
graciosos, dialogaron así:
-¿Te acuerdas, gallito,
cuando mis padres después de casados nos quisieron matar?
-Co, co, que no me acuerdo.
-¿Te acuerdas cuando
desgarronaste la chancha negra y huímos en el caballo overo, mientras mis gotas
de saliva contestaban los llamados de mi madre?
-Co, co, que no me acuerdo.
-¿Te acuerdas, gallito, cuando nos perseguía
mi padre y para engañarlo convertimos en planta al caballo y nosotros nos transformamos
en flor y en picaflor?
-Co, co, que no me acuerdo.
-¿Te acuerdas, gallito,
cuando nos alcanzó mi madre y yo tiré el polvo que formó una niebla espesa,
pero queella atravesó?
-Co, co, que algo me
acuerdo.
-¿Te acuerdas, gallito, que
por tercera vez casi caíamos en las manos de mi madre, yo tiré el espejo que se
volvió una laguna, nosotros nos convertimos en patos, y que, al no alcanzarnos
con las tres bolas mágicas, me dijo antes de volverse: el que te lleva te
olvidará?
-Co, co, que ya me voy
acordando.
-¿Te acuerdas, gallito, que
al dejarme en un ranchito para anunciar a tus padres nuestro casamiento, te
dije que no te dejaras abrazar por nadie, pero que en un descuido te abrazó la
perrita, y me olvidaste?
-Co, co, que ya me acuerdo.
En ese momento, el Príncipe, que estaba
reviviendo lo que había pasado, con el diálogo de la gallinita y el gallito se
acordó de todo, abrazó a su esposa y la presentó a sus padres y al pueblo.
El Rey les regaló toda su
fortuna y dejó a su hijo el reino.
Y fueron felices,
comieron perdices.
A mí no me dieron
porque yo no quise.
Con este título se conoce
en la región central. Es popular también en la región del norte como lo
demuestra la variante enviada por la Srta. Julia Saravia ,
de Jujuyy en la región andina como lo prueban las versiones recogidas por la Sra. Hermenegilda O.
de Gallardo y Srta. Vicenta Olmeida, de San Juan; y en la central, Srta. María
Lastenia Páez Centeno, de Córdoba.
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