El cacuy
Anónimo
(argentina)
Cuento
Ave Nocturna Cacuy
Eran dos hermanos
huérfanos, un varón y una mujer, que vivían solos en el monte.
Caco, que era el nombre
familiar del muchacho, cuidaba su majadita de cabras, cazaba y buscaba miel y
juntaba algarroba y otras frutas silvestres en el bosque. Con esto tenían
suficiente para vivir. La niña cuidaba la casa y preparaba la comida.
Los dos hermanos eran de
condición opuesta: él, generoso: ella, mezquina. Con la vida libre del campo
crecían a la vez la bondad del muchacho y la ruindad de la niña.
Imagen representativa de la
leyenda del Cacuy
El desapego que la muchacha
tuvo siempre para con su hermano se convirtió en provocación.
Amasaba el pan y preparaba
la comida para ella sola. Cuando el hermano regresaba después de todo el día de
andanzas y fatigas, no tenía que comer. Cuando él lo llevaba todo con
resignación, ella inventaba pretextos para herirlo y hacerlo sufrir. Tomó el
hábito de mortificarlo y no disimulaba su satisfacción cuando lo conseguía.
El hermano trató por todos
los medios de cambiar el carácter y los sentimientos de la hermana, pero no lo
consiguió. Agotadas su bondad y su paciencia, y amargado por su vida, resolvió
darle un castigo tan grande como su crueldad.
Un día le pidió que le
ayudara a sacar de un árbol muy alto un panal que acababa de descubrir. Ella
era muy aficionada a la miel y aceptó. Cruzaron el bosque y treparon a un árbol
gigantesco. Cuando llegaron a la copa, se cubrieron la cabeza para evitar el
aguijón de las abejas. La niña se sentó en una horqueta y esperó las órdenes
del hermano que debía buscar el panal. El muchacho fingió abrirse paso entre el
ramaje hacia el enjambre, pero bajó, y al bajar fúe cortando a uno todos los
gajos del tronco.
-¡Sabrás, ahora, lo que es
tener hambre! -le gritó desde abajo.
La niña se desembozó y vió
el tronco desgajado y altísimo. Rompió a llorar y le pidió al hermano que la
bajara; le prometió que sería buena, que cumpliría sus órdenes y lo ayudaría;
pero él no se ablandó, y marchándose la dejó abandonada.
En su desesperación, la
muchacha lo llamó por su nombre tantas veces como le alcanzó la voz.
-¡Caco, huy!... ¡Caco,
huy!... ¡Caco, huy!... ¡Caco, huy!... ¡Caco, huy!...[1]
Cuando cayó la noche sobre
el bosque, su grito de horror y de arrepentimiento se hacía cada vez más
lastimero, pero nadie podía oirla, su hermano estaba muy lejos.
Sobre aquel castigo cayó
otro castigo superior: la hermana cruel se transformó en ave y echó a volar en
busca del hermano. Desde entonces,
cuando llega la noche, con la cabeza tendida hacia la altura, los ojos cerrados
y en rara actitud de espera, llama angustiada al hermano que nunca volverá.
¡Cacuy!... ¡Cacuy!...
¡Cacuy!...
Los lugareños de los cerros
y las selvas del norte, que conocen la historia del ave solitaria y huraña, se
estremecen al oírla.
Tomado del libro:
Antología Folklórica Argentina para las Escuelas de
Adultos - Consejo Nacional de Educación. (1940)
[1]Voz onomatopéyica. Cacuy o
urutaú. Nictibus griseus cornutus. (Veillot). Ave nocturana.
Habita Panamá, Centro y Sudamérica.
En la Argentina ,
el Norte y el Nordeste. Es singular su aspecto, por su vida nocturna y oculta y
por su raro grito.
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