En
un pueblo muy tranquilo vivía un hombre que desarrolló una extraña
propiedad: su pene era tan largo que, a la distancia de un kilómetro,
cogía todo lo que encontraba y se lo comía. Por eso la gente le
llamaba Handumat. Con el tiempo se aficionó a comerse a hombres y
mujeres; perseguido, pudo refugiarse en las montañas del sureste y
por aquellos parajes sembraba el terror en cuantos se acercaban a
menos de ese kilómetro que él dominaba.
Un
hombre y una mujer que vivían en una casita cercana estaban
aterrorizados: debían ir al pueblo a efectuar unas compras y no
querían que Handumat les atrapara y se los comiera. ¿Cómo librarse
de él? La mujer concibió un plan ante el cual el esposo mostró
admiración: él iría por el mar, en cayuco, y ella acudiría al
encuentro de Handumat; cuando el maleante quisiera atraparla,
gritaría y el marido se acercaría a la costa para recogerla.
Yendo
al pueblo, Handumat no apareció por ningún lado. Sin embargo, a la
vuelta, la mujer lo vio sentado junto a una palmera. Cuando el
malvado se dio cuenta de su presencia y ya se dirigía a ella para
atraparla, le dijo: «No te alarmes, Handumat: eres tan maravilloso
que he venido a pasar un buen rato contigo. Pero antes de que estemos
juntos sube al cocotero y echa todos los cocos que puedas a este
camino cuya pendiente va al mar: es que estoy tan cansada de andar
que, antes que nada, debo reponer mis fuerzas».
Handumat
estaba excitado por la perspectiva de estar con aquella mujer. Así
es que subió rápidamente al cocotero y empezó a tirar los cocos al
camino. La mujer los iba recogiendo y cada vez se acercaba más a la
costa; hasta que, una vez allí, llamó a su marido y embarcó en el
cayuco ante el desespero de Handumat.
El
hombre extraordinario, el malvado, el maleante, estaba tan rabioso
que, cogiendo uno de los cocos más grandes que quedaban en el suelo,
se reventó los testículos y cayó muerto.
Desde
entonces se puede ir con toda tranquilidad a las montañas del
sureste.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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