Hubo
una vez un rey de San Pedro que solamente admitía casar a su hija
con una condición: que el pretendiente estuviera siete días sin
comer. De esta manera sólo consiguió que la mayoría de jóvenes de
su pueblo murieran; y que no hubiera nada más que mujeres.
El
rey de Pale tenía dos hijos, uno legítimo y otro natural. El
primero quiso ir a probar suerte y se presentó ante el rey de San
Pedro que, le dijo: «Durante las próximas siete noches podrás
dormir con mi hija. Pero ya sabes que no podrás comer nada en
absoluto».
El
chico prometió que así lo haría. Pero por la noche, cuando todos
dormían, su hermano -el ilegítimo- acudía a su cabaña para
proporcionarle alimentos sin que nadie lo notara.
Esto
ocurrió así hasta la última noche: la hija del rey velaba y
descubrió la trampa de los dos hermanos. Sin embargo, cometió el
error de perseguir al segundo; y mientras tanto el primero cambió el
plato y la comida que le habían traído de Pale por un plato y una
comida de hierro.
A
la mañana siguiente el rey proclamó ante el pueblo: «El joven
príncipe de Pale tampoco se casará con mi hija, porque ha estado
comiendo a escondidas. Todos podéis comprobarlo». Y enseñó a la
gente el plato y la comida que había confiscado. Entonces todo el
mundo protestó: «Nadie puede comer hierro, y esta comida lo es».
Así
pues, el joven príncipe de Pale pudo casarse con la hija del rey de
San Pedro, que había impuesto una condición tan estúpida.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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