En
un pueblo vivía un rey que daba grandes fiestas e invitaba a ellas a
todos sus súbditos. Por esta razón le querían mucho y le deseaban
toda clase de prosperidad junto con su esposa, la reina, y su hija,
la princesa.
Un
día, mientras celebraban una de aquellas fiestas en medio del
pueblo, el cielo se oscureció como si fuera a llover. Y a lo lejos
apareció volandoun monstruo, que era un gigante, que raptó a la
princesa y se la llevó. El rey prometió la mano de su hija al que
la liberara, y todos los jóvenes del pueblo emprendieron la
persecución.
Uno
de ellos, que era de familia muy pobre, se pasó años enteros
buscando a la bella princesa sin hallar rastro de ella. Por fin, un
día en que erraba por un bosque lejano, se encontró con una vieja
que le pidió un poco de agua. El muchacho no se hizo rogar y la
anciana, agradecida, se dirigió a él con estas palabras:
«Sé
muy bien lo que estás buscando y voy a ayudarte: cuando salgas de
este bosque encontrarás un cruce de cuatro caminos. Toma el de la
derecha y al cabo de un rato verás una casita iluminada: allí está
la princesa que buscas. Como estará sola, no tendrás ningún
problema para llevártela. Pero el gigante, cuando se dé cuenta, os
perseguirá. Por eso te doy un huevo, una piedrecita y una espina: si
ves que el gigante os alcanza, arroja el huevo y aparecerá un lago;
si el gigante puede cruzarlo y os continúa persiguiendo, arroja la
piedrecita y aparecerá una gran montaña; si persiste en la
persecución, arroja la espina y aparecerá un bosque espinoso. Si
ninguna de estas soluciones le convence para que os deje en paz,
pelea con él y mátalo».
El
chico cogió lo que la vieja le ofrecía y cumplió todo lo que le
había dicho: encontró la casa del gigante, liberó a la princesa y
emprendieron la huida. Poco después el gigante regresaba a casa y,
al darse cuenta de lo acontecido, emprendió una veloz persecución.
Ya
estaba a punto de dar alcance a aquellos osados jóvenes cuando, sin
saber cómo, apareció un lago en su camino: nadó y nadó hasta
llegar, ya muy cansado, a la otra orilla. Pero debía continuar la
persecución para recuperar a la princesa, y continuó su marcha.
De
nuevo tenía a los fugitivos al alcance de su mano. Y, de pronto,
apareció una montaña altísima que tuvo que superar. Cuando,
sacando fuerzas de flaqueza, continuó la persecución en pos de los
jóvenes, un bosque espinoso se interpuso en su marcha. De manera
que, al lograr cruzarlo, estaba exhausto.
El
muchacho, por tanto, había hecho un buen uso de los regalos de la
anciana. Y, al ver al gigante tan agotado, se dirigió a él con una
espada en la mano y le cortó el cuello de un golpe certero.
El
buen rey cumplió su palabra y le concedió la mano de su hija. Ambos
vivieron muchos años y fueron tan felices como en los cuentos.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
No hay comentarios:
Publicar un comentario