Dos
mujeres que eran muy amigas tenían caracteres absolutamente
opuestos: mientras que una era generosa y simpática, la otra era
desconfiada y avariciosa. Ambas dieron a luz a dos muchachos varones:
la mujer buena tuvo un hijo muy feo y la mala lo tuvo guapo y
hermoso.
Con
el paso del tiempo se vio que también su manera de ser era opuesta y
poco acorde con su físico: mientras que el feo se comportaba con
nobleza y honradez, el guapo era torpe, perezoso y descortés.
Los
dos muchachos iban juntos a pescar; y, en el momento del reparto, el
feo era objeto de las trampas más burdas; pese a lo cual callaba y
perma-necía fiel a su amigo.
En
cierta ocasión vieron a un viejo que se encontraba frente a un
precipicio. El guapo se dispuso a ver un espectáculo escalofriante;
pero el feo, haciendo gala de su buen corazón, acompañó al anciano
por el buen camino, lo llevó hasta su casa, le fue a buscar un
montón de leña y le preparó la comida. El pobre viejo se sentía
agradecido y desde aquel día fueron buenos amigos.
Días
más tarde se propagó una excelente noticia: la muchacha más
hermosa del lugar quería contraer matrimonio con el chico más guapo
que se le presentara. El guapo ya se veía casado con la joven;
mientras que al feo, consciente de su físico, ni siquiera se le
ocurrió que pudiera presentarse a ella.
Aquella
noche se lo comentó,al viejo; y éste, deseoso de ayudarle, le dijo:
«En la otra parte del pueblo encontrarás un árbol rojo; y detrás
de ese árbol verás tres ríos. Báñate en el tercero de ellos, a
ver qué puede suceden». Él lo hizo tal como el viejo le aconsejó;
y nada más salir del baño vio -reflejado en el agua- al más
hermoso joven que pueda imaginarse. Al darse la vuelta y no observar
la presencia de ninguna otra persona, se dio cuenta de que él mismo
se había transformado en aquel joven apuesto.
Entonces
el guapo temió por su fortuna. Y como su amigo continuaba siendo tan
bueno como siempre, no tuvo inconveniente en indicarle cómo había
conseguido cambiar su aspecto. De manera que el guapo se dirigió al
árbol rojo; pero, como era muy perezoso, no esperó a encontrar el
tercer río y se metió en el primero. Al instante quedó
transformado en una persona fea y repugnante.
Así
pues, el feo se convirtió en guapo y el guapo en feo. A partir de
entonces el aspecto físico de cada uno estuvo de acuerdo con su
personalidad. Y la chica, lógicamente, escogió como marido al guapo
que había sido feo; y fueron muy felices.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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