En
un pueblo muy tranquilo vivían la araña y el gusano de seda. Se
habían hecho tan amigos que compartían la misma casa y se turnaban
para el trabajo: mientras uno se quedaba a hacer los trabajos
domésticos, el otro iba a la finca.
Por
entonces no se conocía el aceite; y la araña observó que mientras
ella cocinaba unos guisos aburridos, el gusano los hacía deliciosos
porque fabricaba unas salsas exquisitas. ¿Cómo podía hacerlas sin
aceite?
Un
día la araña se quedó escondida para intentar descubrir el secreto
de su amigo. Vio que ponía la sartén al fuego y que él mismo se
metía dentro: como el gusano tiene el cuerpo grasiento, así obtenía
el aceite para cocinar.
Al
día siguiente ella quiso hacer lo mismo: puso la sartén al fuego y
se metió dentro de ella. Pero como la araña no tiene grasa en el
cuerpo, se quemó y murió abrasada dentro de la sartén.
Cuando
el gusano de seda regresó de la finca lloró amargamente la suerte
de su amiga; la amortajó y fue a enterrarla al bosque.
Desde
entonces las arañas no son nada amigas del fuego.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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