Anteriormente
el vino de palma era muy codiciado en la isla de Annobón porque
resultaba imposible conseguir bebidas extranjeras. Fabricarlo tenía
sus peligros: los hombres debían trepar hasta lo alto de las
palmeras, quedar suspendidos de sus copas y dejar unas calabazas para
que se llenaran del precioso líquido.
Los
vinateros de la isla habían acordado que cada día, después de su
trabajo, se reunirían para cambiar impresiones. Así lo hacían y un
día los que procedían de cierta parte de la isla comentaron que
alguien se llevaba el vino de sus calabazas. Decidieron que todos
irían aquella misma noche a vigilar la zona: no vieron a nadie pero,
tras inspeccionar el lugar, descubrieron unos granos de arroz, un
manjar desconocido para ellos.
Intrigados
por el hallazgo continuaron la vigilancia. Hasta que una noche
empezaron a oír un susurro que poco a poco se convirtió en un gran
ruido: al cabo de poco rato un extrañísimo objeto aterrizaba en
aquel sitio y bajaban de él unos extranjeros africanos.
Los
forasteros hicieron fuego, prepararon su arroz y bajaron las
calabazas de las palmeras para beber durante la comida. Al terminar
su festín se encontraron rodeados de annoboneses que les atacaron
con sus lanzas.
Algunos
de ellos pudieron huir, pero la mayoría murió en la refriega. Desde
entonces ya no hay personas extrañas en la isla.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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