Sucedió
que un hombre se había casado con dos mujeres y las dos quedaron
embarazadas: una de ellas dio a luz a un escarabajo y la otra parió
una araña. El padre estaba orgulloso de sus hijos pero se quedó
solo: las dos mujeres, al darse cuenta de que habían alumbrado a
sendos animales, se marcharon.
El
hombre no podía atenderles debidamente: se pasaba el día realizando
sus quehaceres y por la noche se metía en la cama muy pronto. El
único cuidado que tenía era comprobar que cada día se bañaran
para que estuvieran bien limpios.
Un
día se dio cuenta de que la araña no estaba tan limpia como el
escarabajo y se le quejó. La araña protestó: «No sé cómo puede
ser que el escarabajo esté tan limpio; pero debes considerar que me
baño todos los días. Éste es mi color natural».
Y
es que el escarabajo en lugar de bañarse se echaba aceite y se
tumbaba al sol. Así quedaba tan brillante y reluciente que la araña,
a su lado, parecía sucia. Pero no quería contarle el secreto a su
hermana; y por más que ésta se lo pedía con insistencia, mantenía
la boca cerrada.
Hasta
que la araña terminó por cansarse de verse vituperada continuamente
por su padre: le acechó y, al ver que hacía trampa, le mató y lo
chupó.
El
padre, al volver a casa, se dio cuenta de que el escarabajo ya no
estaba. Y, al ver a la araña llena de sangre, comprendió lo que
había pasado y la mató.
Éste
es el origen de la enemistad entre la araña y el escarabajo.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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