En
un lejano país vivía una mujer viuda con su hijo. Éste era un buen
cazador y gracias a su esfuerzo en el bosque podían sobrevivir sin
pasar hambre.
En
cierta ocasión el joven cazador, apostado en el bosque, pudo encarar
su escopeta a un enorme gato. Cuando éste se dio cuenta se dirigió
a él y le habló de esta manera: «Aunque me veas en forma de gato,
debes creer que en realidad soy una persona. Sucede que la mujer de
Esganx, una bruja muy perversa, me ha transformado la apariencia.
Siempre hace lo mismo con las personas que se acercan a su pueblo,
para que Esganx pueda estar tranquilo sin que nadie se enfrente a
él».
El
muchacho era muy valiente. Por eso, en lugar de atemorizarse, pidió
al gato que le condujera hasta aquel pueblo maldito. Al entrar allí
se dio cuenta de que había un extraño silencio. No se oía ni
siquiera el cacareo de una gallina. Por fin, oyó que alguien le
llamaba: «¡Pst, pst!».
Nuestro
joven cazador volvió la vista y vio a una vieja que le invitaba a
entrar en su casa. Una vez sentado alrededor del fuego le contó que
en aquel pueblo vivían Esganx y su mujer, la bruja, que cada día se
comían a un par de personas.
El
chico no se inmutó. Continuó en la casa de la vieja hasta el
regreso del gigante. Y, luchando con él bravamente, le mató. Desde
entonces es el rey de aquel pueblo.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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