Un
matrimonio que no tenía hijos vio recompensada su vejez con el
nacimiento de un hermoso niño. Tan hermoso que su padre pensó que
también debía ponerle el nombre más bonito; y, como no lo
encontraba, de momento no le puso ninguno y todo el pueblo conocía
al chaval como «Nadie».
El
rey quería casar a su hija; y prometió que concedería su mano a
aquél que fuera capaz de montar a su caballo más salvaje. Así es
que al domingo siguiente se preparó todo frente al palacio real;
todos los chicos probaron suerte pero el único que fue capaz de
montarlo fue «Nadie», que era muy diestro en estos menesteres.
Los
guardias del rey anunciaron en voz alta: «"Nadie" ha
ganado la prueba». Y desde dentro del palacio el rey, que había
entendido mal esta frase, proclamó: «Pues no concedo a nadie la
mano de mi hija».
«Nadie»
pudo haber sido el príncipe de aquel pueblo. Si no lo consiguió fue
a causa de la terquedad de su padre, que no le había puesto ningún
nombre.
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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