Había carniado el lión un guanaco
en las cordilleras,
lejos, y 'taba omiendo. El zorro llegó y le pedía:
Y le volvía a pedir el zorro, y
nada. El zorro esperó que se fuera el lión, ya comido, y el zorro comió unas
sobritas.
Y eran unas peñas muy feas. Y áhi
le dijo el zorro que 'taban escondidos los guanacos. Y áhi lo hizo saltar al
lión. Y el lión se escapó para abajo. Y el zorro le decía:
Y el lión iba en el aire. Cuando
llegó abajo, en una gran profundidá, ya llegó muerto. Claro, se despeñó y llegó
hecho tiras
abajo. Y el zorro le gritaba:
-Aprovecharemos, ahora -dijo el
zorro y salió a gritar a todos los animales para que vinieran a ver que si
había muerto el lión.
Arturo Aguilera, 76 años.
Uspallata. Las Heras. Mendoza, 1959.
El narrador es un viejo lugareño,
cazador de guanacos. Buen narrador.
Cuento 219. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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