Que un día el zorro, perseguido por la
justicia, se refugió en su cueva. Como no lo
podía sacar el comisario, que era el tigre ,
puso a su agente, el carancho,
que lo cuide. Áhi 'taba el carancho montando guardia en la puerta de la cueva.
No se movía, el carancho, cuidando. El zorro, después que pasaron unas cuantas
horas, se moría de hambre y pensaba cómo podía sacarlo al agente para
escaparse. Entonces le ha empezau a decir:
-¡Cómo me gustaría oír
tu canto! Hace mucho que no oigo cantar con linda voz a naides, como dicen que vos tenís.
El carancho se creyó que
alguien decía que tenía linda voz y se puso a cantar con los ojos medios
cerrados y mirando al cielo, y echándose para atrás: ¡Tres!... ¡Tres!...
¡Tres!...
Entonces el zorro
aprovechó, le echó un gran puñado de tierra en los ojos y en la boca y se
disparó.
Dorila de Córdoba, 53
años. Libertador General San Martín. Ledesma, Jujuy , 1953.
Cuento 108. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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