Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 24 de octubre de 2014

El pincel maravilloso

El joven Mu-Dhzang se quedó huérfano muy pronto. Toda su ilusión era llegar a ser pintor. Pero, como tenía que trabajar para comer, nunca pudo comprarse un pincel. A veces, no obstante, agarraba una rama y dibujaba en la arena lo primero que se le ocurría. La gente se quedaba admirada de lo bien que lo hacía y decían, asombrados:
-Parece de verdad. ¡Lástima que este joven tenga que trabajar para vivir.
Una noche, mientras dormía, creyó sentir a su lado a un anciano de barba blanca. Llevaba un pincel en la mano. Le tocó con él en la frente y dijo:
-Puesto que tu sueño es llegar a ser pintor, aquí tienes un pincel. Será tuyo, mientras sigas siendo tan virtuoso como ahora. Recuerda que es un pincel mágico.
-Estáte seguro de que haré buen uso de él -respondió Mu-Dhzang entre sueños.
Entonces el pincel se iluminó de tal modo, que parecía como si fuera de día.
-¿Lo ves? Te acepta como dueño -añadió el anciano. Mi misión aquí ha terminado, pues.
Y desapareció, sin dejar huella.
Mu-Dhzang creyó que todo había sido un sueño, pero, al abrir los ojos, vio que tenía un pincel en las manos. Loco de contento, se levantó de la cama y dijo:
-Pintaré un ave, porque ellas han sido mis únicas compañeras durante los muchos años que he pasado en el bosque, cortando leña.
Así lo hizo. La pintó con tal perfección que inmediatamente abandonó el papel y se echó a volar.
-Diles a tus hermanas -gritó, cuando el ave salía por la ventana- que el leñador huérfano nunca las olvidará. ¡Si supierais cuánto me alegraron vuestros cantos, mientras yo bebía sólo agua en los arroyos!
Se acordó entonces de los peces y pintó uno tan grande como su brazo. Aún no había dado sus últimas pinceladas, cuando el pez empezó a mover la cola y, dando saltos, se sumergió en un estanque.
-En verdad es un pincel maravilloso -se dijo. Con él aliviaré las penas de los que menos tienen.
Desde aquel día Mu-Dzhang no hizo otra cosa que visitar las casas de los pobres. Cuando entraba en una, preguntaba:
-¿Qué es lo que necesitáis para ser menos menesterosos? Decídmelo, porque mi pincel os lo dará.
Le miraban como si fuera un loco. Pero nadie le echaba y todos respondían.
-Si tuviera una vaca, podría arar mis campos y hacerlos más productivos.
Mu-Dhzang pintaba lo que le pedían y en seguida se hacía realidad.
De esta forma, todos los campesinos fueron haciéndose un poco más ricos. Cuando se enteró el millonario Dhzang, el hombre para el que trabajaban, montó en cólera.
-Ese pintor está arruinando mis negocios -dijo, furioso. Antes los campe-sinos me pedían prestado y ahora no lo hacen, porque él les regala lo que necesitan.
Entonces ordenó a sus criados que trajeran a Mu-Dhzang a su presencia.
En cuanto le vio entrar, se levantó de su asiento y le dijo, zalamero:
-Yo soy un gran admirador de tu arte. Pero me ha llamado la atención que en tus cuadros nunca pintas palacios. ¿Por qué no pintas uno para mí?
Mu-Dhzang se dio cuenta en seguida de que el millonario Dhzang era una persona muy avariciosa y se negó, diciendo:
-Si te pintara un palacio, te rodearías de criados y tu soberbia sería insoportable.
-¿Cómo te atreves a insultarme en mi propia casa? -gritó el millonario Dhzang-. Te encerraré en el establo sin comida ni bebida, hasta que cambies de opinión.
Pero, en cuanto le dejaron solo, Mu-Dhzang pintó fuego y arroz y así se alimentó durante semanas. El millonario Dhzang no salía de su asombro.
-¿Cómo es posible que no haya adelgazado nada, cuando lleva días y días sin comer? ¿Acaso alguien le ha estado alimentando a mis espaldas?
-No debéis ser tan ingenuo, señor -le aconsejó uno de sus criados. Mu-Dhzang vive, porque tiene en su poder el pincel mágico.
-¡Entonces id a quitárselo! -ordenó el millonario Dhzang.
Sin embargo, Mu-Dhzang pintó una escalera y se escapó. El viejo millonario quiso seguirle, pero, como era malvado, la escalera se desvaneció y él se rompió veinte huesos.
«Es peligroso tener un pincel mágico -pensó Mu-Dhzang. Todos los poderosos sueñan con hacerse con él.»
Y se marchó a una ciudad lejana en la que nadie le conocía.
Allí se estableció como pintor. Vivía humildemente de lo que su pincel le daba. Para evitar que lo que pintaba cobrara vida, dejaba sin terminar todos sus dibujos.
-Maestro, ¿por qué no le pintáis a este pájaro el ala que le falta? -le preguntaron sus discípulos. Es una pena dejar incompleta una cosa tan perfecta.
-Imaginaos que nació sin ella -respondió Mu-Dhzang. ¿Acaso no es también bello lo deforme?
Un día pintó una garza sin ojos. Era hermosísima. Al darse la vuelta para verla, se le cayeron dos motitas de tinta y fueron a parar al lugar de los ojos. La garza cobró vida y salió volando por la ventana. Entonces todos le reconocieron.
-¡Qué tontos hemos sido! -se lamentaron sus discípulos. Hemos tenido a nuestro lado al gran Mu-Dhzang y no hemos sabido aprovecharnos de su arte.
-Debimos haberlo sospechado. ¡Pintaba con tanta exactitud! Durante días no se habló más que de Mu-Dhzang, el pintor del pincel mágico. El emperador le mandó llamar a palacio.
-Es un honor para mí -dijo Mu-Dhzang, arrodillándose.
-Dejémonos de cumplidos -respondió el emperador, que era muy avaro-. Quiero que inmediatamente te pongas a pintar oro y piedras preciosas. Las arcas del reino están vacías. Mu-Dhzang se negó, diciendo:
-Jamás he pintado para mi propio beneficio ni para el del que nada necesita.
Y lamentó haber acudido a palacio.
-Está bien -dijo, sonriendo. Yo respeto a los artistas. ¿Por qué no me pintas un dragón y un fénix?
Mu-Dhzang se inclinó y pintó una serpiente y un cuervo, que en seguida cobraron vida. El emperador se subió sobre su trono y empezó a gritar:
-iLibradme de estos monstruos! ¡Libradme de estos monstruos!
Después, más tranquilo, ordenó:
-Que le arranquen a Mu-Dhzang de las manos su pincel mágico y que lo encierren para siempre en las mazmorras.
El emperador no sabía agarrar un pincel, pero se pasó todo el día pintando oro, diamantes y perlas. A la caída del sol hizo venir a todos sus cortesanos y dijo:
-Ahora vais a presenciar un gran prodigio. Como soy Hijo del Cielo, todo lo que he pintado se hará realidad.
Pero, en vez de transformarse en joyas, toda su obra se convirtió en cagadas, que cayeron sobre las cabezas de los cortesanos. Las había de pollo, caballo y vaca.
-¡Me han engañado! -gritaba el emperador. El pintor Mu-Dhzang es un irrespetuoso. Ha ordenado a su pincel que no me obedezca.
Entonces decidió cambiar de táctica. Sacó a Mu-Dhzang de las mazmorras y le dijo:
-Estoy arrepentido. Me he portado muy mal contigo. Toma tu pincel. Puedes marcharte cuando quieras. Sólo te pido que me pintes un paisaje como recuerdo.
Mu-Dhzang pintó un mar inmenso.
-¿Qué es un mar sin peces? -preguntó el emperador. Sólo un cadáver.
Mu-Dhzang pintó los peces que le pedía.
-¿Sería mucho pedirte que pintaras un barco? -volvió a preguntar el emperador. Siempre me han gustado los viajes y espero que tú me ayudes a realizar mi sueño. Así que quiero que pintes también el viento que mueva este barco.
Mu-Dhzang obedeció sin rechistar. Entonces el emperador se montó en el barco y empezó a exigir:
-¡Este viento es muy flojo! ¡Lo quiero más fuerte! ¡Que este barco vuele sobre las olas!
Mu-Dhzang pintó un huracán. El barco se perdió en la distancia. pero desgraciadamente también él fue arrollado por el viento. Cuando estaba a punto de morir, el anciano que le regaló el pincel acudió al Señor del Cielo y le dijo:
-¿Por qué no salváis la vida al pintor Mu-Dhzang? Es un hombre virtuoso. Tenía un pincel maravilloso, pero nunca lo usó en su provecho. Su gran ilusión fue siempre ayudar a los demás.
-Si es así -decretó el Señor del Cielo, le nombro sabio celeste.
Inmediatamente Mu-Dhzang se elevó por encima del huracán. Subió más alto que las nubes y se convirtió en inmortal. Jamás soltó su pincel. De esa forma, le identifican mejor los hombres entre los muchos sabios que pueblan los cielos.

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