El
joven Mu-Dhzang se quedó huérfano muy pronto. Toda su ilusión era
llegar a ser pintor. Pero, como tenía que trabajar para comer, nunca
pudo comprarse un pincel. A veces, no obstante, agarraba una rama y
dibujaba en la arena lo primero que se le ocurría. La gente se
quedaba admirada de lo bien que lo hacía y decían, asombrados:
-Parece
de verdad. ¡Lástima que este joven tenga que trabajar para vivir.
Una
noche, mientras dormía, creyó sentir a su lado a un anciano de
barba blanca. Llevaba un pincel en la mano. Le tocó con él en la
frente y dijo:
-Puesto
que tu sueño es llegar a ser pintor, aquí tienes un pincel. Será
tuyo, mientras sigas siendo tan virtuoso como ahora. Recuerda que es
un pincel mágico.
-Estáte
seguro de que haré buen uso de él -respondió Mu-Dhzang entre
sueños.
Entonces
el pincel se iluminó de tal modo, que parecía como si fuera de día.
-¿Lo
ves? Te acepta como dueño -añadió el anciano. Mi misión aquí ha
terminado, pues.
Y
desapareció, sin dejar huella.
Mu-Dhzang
creyó que todo había sido un sueño, pero, al abrir los ojos, vio
que tenía un pincel en las manos. Loco de contento, se levantó de
la cama y dijo:
-Pintaré
un ave, porque ellas han sido mis únicas compañeras durante los
muchos años que he pasado en el bosque, cortando leña.
Así
lo hizo. La pintó con tal perfección que inmediatamente abandonó
el papel y se echó a volar.
-Diles
a tus hermanas -gritó, cuando el ave salía por la ventana- que el
leñador huérfano nunca las olvidará. ¡Si supierais cuánto me
alegraron vuestros cantos, mientras yo bebía sólo agua en los
arroyos!
Se
acordó entonces de los peces y pintó uno tan grande como su brazo.
Aún no había dado sus últimas pinceladas, cuando el pez empezó a
mover la cola y, dando saltos, se sumergió en un estanque.
-En
verdad es un pincel maravilloso -se dijo. Con él aliviaré las penas
de los que menos tienen.
Desde
aquel día Mu-Dzhang no hizo otra cosa que visitar las casas de los
pobres. Cuando entraba en una, preguntaba:
-¿Qué
es lo que necesitáis para ser menos menesterosos? Decídmelo, porque
mi pincel os lo dará.
Le
miraban como si fuera un loco. Pero nadie le echaba y todos
respondían.
-Si
tuviera una vaca, podría arar mis campos y hacerlos más
productivos.
Mu-Dhzang
pintaba lo que le pedían y en seguida se hacía realidad.
De
esta forma, todos los campesinos fueron haciéndose un poco más
ricos. Cuando se enteró el millonario Dhzang, el hombre para el que
trabajaban, montó en cólera.
-Ese
pintor está arruinando mis negocios -dijo, furioso. Antes los
campe-sinos me pedían prestado y ahora no lo hacen, porque él les
regala lo que necesitan.
Entonces
ordenó a sus criados que trajeran a Mu-Dhzang a su presencia.
En
cuanto le vio entrar, se levantó de su asiento y le dijo, zalamero:
-Yo
soy un gran admirador de tu arte. Pero me ha llamado la atención que
en tus cuadros nunca pintas palacios. ¿Por qué no pintas uno para
mí?
Mu-Dhzang
se dio cuenta en seguida de que el millonario Dhzang era una persona
muy avariciosa y se negó, diciendo:
-Si
te pintara un palacio, te rodearías de criados y tu soberbia sería
insoportable.
-¿Cómo
te atreves a insultarme en mi propia casa? -gritó el millonario
Dhzang-. Te encerraré en el establo sin comida ni bebida, hasta que
cambies de opinión.
Pero,
en cuanto le dejaron solo, Mu-Dhzang pintó fuego y arroz y así se
alimentó durante semanas. El millonario Dhzang no salía de su
asombro.
-¿Cómo
es posible que no haya adelgazado nada, cuando lleva días y días
sin comer? ¿Acaso alguien le ha estado alimentando a mis espaldas?
-No
debéis ser tan ingenuo, señor -le aconsejó uno de sus criados.
Mu-Dhzang vive, porque tiene en su poder el pincel mágico.
-¡Entonces
id a quitárselo! -ordenó el millonario Dhzang.
Sin
embargo, Mu-Dhzang pintó una escalera y se escapó. El viejo
millonario quiso seguirle, pero, como era malvado, la escalera se
desvaneció y él se rompió veinte huesos.
«Es
peligroso tener un pincel mágico -pensó Mu-Dhzang. Todos los
poderosos sueñan con hacerse con él.»
Y
se marchó a una ciudad lejana en la que nadie le conocía.
Allí
se estableció como pintor. Vivía humildemente de lo que su pincel
le daba. Para evitar que lo que pintaba cobrara vida, dejaba sin
terminar todos sus dibujos.
-Maestro,
¿por qué no le pintáis a este pájaro el ala que le falta? -le
preguntaron sus discípulos. Es una pena dejar incompleta una cosa
tan perfecta.
-Imaginaos
que nació sin ella -respondió Mu-Dhzang. ¿Acaso no es también
bello lo deforme?
Un
día pintó una garza sin ojos. Era hermosísima. Al darse la vuelta
para verla, se le cayeron dos motitas de tinta y fueron a parar al
lugar de los ojos. La garza cobró vida y salió volando por la
ventana. Entonces todos le reconocieron.
-¡Qué
tontos hemos sido! -se lamentaron sus discípulos. Hemos tenido a
nuestro lado al gran Mu-Dhzang y no hemos sabido aprovecharnos de su
arte.
-Debimos
haberlo sospechado. ¡Pintaba con tanta exactitud! Durante días no
se habló más que de Mu-Dhzang, el pintor del pincel mágico. El
emperador le mandó llamar a palacio.
-Es
un honor para mí -dijo Mu-Dhzang, arrodillándose.
-Dejémonos
de cumplidos -respondió el emperador, que
era muy avaro-. Quiero que inmediatamente te pongas a pintar oro y
piedras preciosas. Las arcas del reino están vacías. Mu-Dhzang se
negó, diciendo:
-Jamás
he pintado para mi propio beneficio ni para el del que nada necesita.
Y
lamentó haber acudido a palacio.
-Está
bien -dijo, sonriendo.
Yo respeto a los artistas. ¿Por qué no me pintas un dragón y un
fénix?
Mu-Dhzang
se inclinó y pintó una serpiente y un cuervo, que en seguida
cobraron vida. El emperador se subió sobre su trono y empezó a
gritar:
-iLibradme
de estos monstruos! ¡Libradme de estos monstruos!
Después,
más tranquilo, ordenó:
-Que
le arranquen a Mu-Dhzang de las manos su pincel mágico y que lo
encierren para siempre en las mazmorras.
El
emperador no sabía agarrar un pincel, pero se pasó todo el día
pintando oro, diamantes y perlas. A la caída del sol hizo venir a
todos sus cortesanos y dijo:
-Ahora
vais a presenciar un gran prodigio. Como soy Hijo del Cielo, todo lo
que he pintado se hará realidad.
Pero,
en vez de transformarse en joyas, toda su obra se convirtió en
cagadas, que cayeron sobre las cabezas de los cortesanos. Las había
de pollo, caballo y vaca.
-¡Me
han engañado! -gritaba el emperador. El pintor Mu-Dhzang es un
irrespetuoso. Ha ordenado a su pincel que no me obedezca.
Entonces
decidió cambiar de táctica. Sacó a Mu-Dhzang de las mazmorras y le
dijo:
-Estoy
arrepentido. Me he portado muy mal contigo. Toma tu pincel. Puedes
marcharte cuando quieras. Sólo te pido que me pintes un paisaje como
recuerdo.
Mu-Dhzang
pintó un mar inmenso.
-¿Qué
es un mar sin peces? -preguntó el emperador. Sólo un cadáver.
Mu-Dhzang
pintó los peces que le pedía.
-¿Sería
mucho pedirte que pintaras un barco? -volvió a preguntar el
emperador. Siempre me han gustado los viajes y espero que tú me
ayudes a realizar mi sueño. Así que quiero que pintes también el
viento que mueva este barco.
Mu-Dhzang
obedeció sin rechistar. Entonces el emperador se montó en el barco
y empezó a exigir:
-¡Este
viento es muy flojo! ¡Lo quiero más fuerte! ¡Que este barco vuele
sobre las olas!
Mu-Dhzang
pintó un huracán. El barco se perdió en la distancia. pero
desgraciadamente también él fue arrollado por el viento. Cuando
estaba a punto de morir, el anciano que le regaló el pincel acudió
al Señor del Cielo y le dijo:
-¿Por
qué no salváis la vida al pintor Mu-Dhzang? Es un hombre virtuoso.
Tenía un pincel maravilloso, pero nunca lo usó en su provecho. Su
gran ilusión fue siempre ayudar a los demás.
-Si
es así -decretó el Señor del Cielo, le nombro sabio celeste.
Inmediatamente
Mu-Dhzang se elevó por encima del huracán. Subió más alto que las
nubes y se convirtió en inmortal. Jamás soltó su pincel. De esa
forma, le identifican mejor los hombres entre los muchos sabios que
pueblan los cielos.
0.005.1 anonimo (china) - 049
hola
ResponderEliminarExelente .muy buena historia...
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