Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 24 de octubre de 2014

El origen del mono

A-Üe era la muchacha más fea de la aldea. Su nariz era pequeña como un guisante, y su piel, tan oscura como el humo. Sin embargo, su corazón era tan grande como la inmensidad del mar. No había otro mejor en la aldea.
-Es demasiado fea y nunca se casará -decía, apenada, su madre. Pero no podemos venderla. Su corazón es muy bueno y no merece ser la esclava de nadie.
-Sí -repetía su padre. Se moriría de pena, porque es como un gorrión.
Sin embargo, pronto encontraron una solución. Un día se presentó en su casa el hombre más rico de la aldea y dijo:
-He oído que tenéis una hija muy hacendosa. Si aceptáis ponerla a mi servicio, le dejaré en herencia el campo del otero.
Era un pequeño trozo de tierra totalmente baldío, pero a la madre le pareció bien y comentó con su marido:
-No es que valga mucho ese campo, pero, como estos señores no tienen hijos, A-Üe nunca será una esclava.
-Sí. Tienes razón -admitió el padre. Nuestra hija será libre como la brisa que se levanta al atardecer.
Sin embargo, el matrimonio más rico de la aldea era también el más mezquino y egoísta. Su miseria era tal que a A-Üe le hubiera ido mejor de haber sido vendida como esclava. La mujer siempre estaba encima de ella.
-Esta chica no sólo es fea, sino que además es tonta. ¿En dónde habrá aprendido a llamar a eso limpieza?
Pero, desde que entró en ella, en la aldea no había otra casa más pulcra, porque A-Üe le dedicaba todos sus desvelos. Una noche, mientras la muchacha limpiaba las escudillas y los palillos de la cena, un mendigo llamó a la puerta de atrás.
A-Üe le hizo entrar y le dio la mitad de su comida. Pero, antes de que el anciano mendigo pudiera agradecérselo, entraron los señores y le arrancaron la escudilla de las manos.
-iHabráse visto! -decía la mujer. Nosotros sacrificándonos por ti y tú regalando nuestra comida a un desconocido.
-¿Cómo te crees que hemos llegado nosotros a ser tan ricos? -preguntó el hombre. Desde luego que no dando nada porque sí a los demás.
-Pero..., pero si es mi comida -protestó A-Üe con dulzura.
-Si es así -dijo la mujer, enfurecida, no te importará recogerla del suelo -y tiró la escudilla con el arroz.
Al mismo tiempo, el hombre dio una patada al mendigo y le arrojó de su casa.
-Esto para que aprendas que aquí nunca damos nada de balde.
A-Üe se entristeció mucho, pero no pudo hacer nada. Sin embargo, cuando sus señores se retiraron a dormir, salió a la calle e hizo regresar al mendigo.
-No, no -se disculpó el anciano. No quiero darte ningún quebra-dero de cabeza. Ya he visto cómo se las gastan tus señores.
-Son viejos -les disculpó la muchacha, y volvió a darle su comida, envuelta en una hoja de maíz.
Al anciano mendigo se le saltaron las lágrimas. Después metió la mano en los bolsillos y sacó un pañuelo de seda. Era bellísimo y llevaba bordados unos caracteres extraños.
Tómalo. Es lo único que puedo darte.
La niña lo rechazó, diciendo:
-Soy tan fea que no me caería bien una cosa tan bonita.
-Hará juego con la hermosura de tu corazón -volvió a decir el mendigo. Además, es bueno para lavarse. Lávate con él tres veces esta noche y después átatelo al cuello.
A-Üe hizo cuanto le dijo el anciano. Aquella noche soñó con sus padres y la sonrisa no la abandonó ni un segundo.
A la mañana siguiente se levantó muy temprano y fue a coger agua. Detrás de la casa había un pozo que frecuentaban todas las mujeres de la aldea. Pero A-Üe acudía a él tan de madrugada que nunca se topaba con ninguna.
«¡Seria tan fantástico que mi señora no me hiciera levantar tan temprano! -se decía, mientras caminaba hacia el pozo. Hace mucho que no hablo con las chicas de mi edad. La verdad es que ni siquiera las conozco.»
Sin embargo, al sacar el cubo del pozo vio reflejado en el agua el rostro de una doncella bellísima. Su mirada era dulce, y sus labios, tan rojos como el fruto del cerezo. A-Üe se sintió alborozada. Se dio media vuelta y preguntó:
-¿De qué familia eres? ¿Cómo es que nunca te he visto en la aldea?
Pero detrás de ella no había nadie. Volvió a mirar en el cubo y otra vez vio la cara de la doncella. Entonces cayó en la cuenta:
El origen del mono
¡Aquel rostro tan hermoso era el suyo! A-Üe corrió hacia la casa, gritando como una loca.
-¿Qué le pasará a esa chica? Seguro que se le ha caído el cubo al pozo -gruñó la mujer y salió al patio.
Pero, al ir a reñirla, se encontró con aquella muchacha del rostro hermoso y no supo qué decir.
-¡Soy yo..., soy yo! ¿Es que no lo ves? gritaba, alborozada, A-Üe.
-Ciertamente ésa es su voz y ésos sus vestidos -se decía, asombrada, la mujer. ¿Pero cómo es posible que haya cambiado tanto?
Entonces A-Üe le explicó lo sucedido y la mujer llamó en seguida a su marido.
-¿Te das cuenta de lo que ha hecho ese pañuelo por una persona tan fea? -comentó a solas con él. ¿Qué no podrá hacer por nosotros, que somos infinitamente más guapos.
-Sí -se lamentó el hombre, pero el pañuelo ése es de la muchacha y no puede decirse que la hayamos tratado muy bien.
-¡Tonterías! ¿Es que no vas a atreverte a pedírselo?
A-Üe se lo entregó, gustosa. Sin embargo, sus señores eran tan avariciosos que no sólo se lavaron la cara, sino que se restregaron con él todo el cuerpo.
-Así nadie nos aventajará en hermosura -se dijeron y en seguida fueron a mirarse en un espejo.
Pero sus rostros comenzaron a arrugarse y todo su cuerpo se cubrió de un vello oscuro.
-¿Qué broma es ésta? -preguntaba, desesperada, la mujer.
-¡Te haré azotar por esto, muchacha desagradecida! -bramaba, a su vez, el hombre. ¿Tanto nos odias, para haber querido vengarte de esta forma?
Pero A-Üe estaba tan asustada como ellos.
-¿Es que vas a quedarte ahí todo el día con la boca abierta? -la regañó la mujer. ¡Vete inmediatamente a buscar a ese mendigo que te dio el pañuelo!
No fue necesario. A los pocos segundos se presentó voluntariamente el anciano. Ahora no vestía ropas de mendigo, sino túnica de sabio celeste y les regañó con crudeza.
-Hicisteis mal en lavaros con ese pañuelo.
-¿Por qué? -protestó la mujer. ¿Es que acaso no teníamos nosotros también derecho a ser más guapos?
-Sí -asintió el sabio. Pero ese pañuelo lo único que hace es exteriorizar la belleza del corazón.
Y miró, complacido, a A-Üe.
Entonces el hombre y la mujer empezaron a lamentarse a grandes voces.
-¿Habremos de tener para siempre este rostro horrible nosotros, que somos los más ricos de la aldea? ¿Es que no hay ningún remedio para nuestro mal?
-Por supuesto que sí -les respondió el sabio. Sólo tenéis que demostrar paciencia y dulzura de corazón.
-¿Eso es todo? -volvieron a preguntar los señores. No creemos que nos resultará muy difícil.
Entonces el anciano sabio tomó dos ladrillos y se los entregó, diciendo:
-Si pasáis un día entero sentados sobre estos ladrillos sin murmurar contra nadie, vuestro aspecto volverá a ser el de antes -y se retiró a conversar con A-Üe.
Los señores hicieron cuanto se les ordenó. Pero el ladrillo era incómodo y no podían soportar que el anciano charlara con la muchacha, mientras ellos lo estaban pasando tan mal.
-A-Üe es nuestra sirvienta -dijo la mujer. ¿Por qué la distraes con tu estúpida charla? ¿No sabes que tiene mucho que hacer en la casa?
-Al anciano le gustan las jovencitas. ¿Habráse visto? ¡Jamás hubiera imaginado que fuera un viejo verde! -se burló el hombre.
Entonces el ladrillo se les pegó en el culo y comenzó a crecerles un rabo muy largo. Además, el ladrillo les pesaba tanto que se vieron forzados a andar en cuclillas, apoyando los nudillos en el suelo.
-iDetén este maleficio! -gritaban, desesperados. ¿Es que acaso no hemos hecho cuanto nos mandaste?
-Sí -respondió el anciano, pero habéis murmurado de nosotros y ahora sois el espejo de vuestro corazón.
Los dos señores se echaron a llorar. Después se escondieron en el bosque, porque cuantos les veían se burlaban de ellos. Se subieron a los árboles y no volvieron a pisar el suelo.
-De ahora en adelante se llamarán monos -dijo el anciano, porque son perversos y en su corazón no anida más que el egoísmo.
-¿Monos? -preguntó A-Üe. Es un nombre bonito. Suena casi a humano.
-A demasiado humano -repitió el anciano sabio, y desapareció para siempre.

0.005.1 anonimo (china) - 049

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