He aquí la historia:
Siete bogatirs
cabalgaban juntos atravesando las desiertas estepas. Llegaron al pie de un
viejo roble que marcaba el cruce de tres caminos. Uno se dirigía al Norte, otro
a la población de Kiev y el tercero al Mar Azul. Cerca de este último, el río
Safat corría con estrépito. Como se encontraban cansados, los viajeros echaron
pie a tierra, plantaron sus tiendas de campaña y se acostaron para descansar,
mientras los caballos pastaban en las praderas vecinas.
Cuando el sol enrojecía el cielo hacia el
Este, Ilya Muronets despertó. Se arrodilló a la orilla del río Safat, se bañó
en su clara corriente, se secó con un paño de hermoso hilo, saludó al icono
bendito que llevaba y miró a la lejanía. Más allá del río Safat advirtió una
horda de tártaros que invadía el llano como un viento furioso. Tan crecido era
el ejército aquél, que un hombre a caballo no sería capaz de dar una vuelta
alrededor de él, ni un lobo gris podría atra-vesarlo.
Ilya gritó: "¡Bogatirs, despertad! Los tártaros están sobre nosotros." Se
despertaron, en efecto, y cargaron sobre el enemigo. Tres minutos y, al fin,
los bogatirs vencieron a sus enemigos, que quedaron muertos en el campo.
Entonces, triunfantes y exaltados por su proeza, gritaron: "¿Qué fuerza se
puede comparar con la nuestra? Hemos vencido a los tártaros y, sin embargo,
nuestras poderosas espaldas no se inclinan, nuestras espadas siguen afiladas y
nuestros fieles corceles están dispuestos a reanudar la refriega."
Alyosha Popovitch exclamó: "No hay
potencia que pueda vencernos." Apenas había pronunciado estas imprudentes
palabras, cuando dos guerreros aparecieron ante él cubiertos con relucientes
armaduras. Sus rostros eran más radiantes que la aurora. Se dirigieron al grupo
y le hablaron así: "Venimos a probar vuestra fuerza. Somos dos y vosotros
siete; pero no importa. Vamos a luchar."
Los bogatirs
no sabían quiénes eran aquellos adversarios; pero el corazón de Alyosha
Popovitch se encendió en ira, y, sacando su espada, cayó sobre ellos.
Sin embargo, ¡oh, maravilla!, a los golpes de
la espada de Alyosha, los dos hombres se convirtieron en cuatro. Entonces
Dobrinya Nibritich sacó su espada y partió a los cuatro jinetes por la niitad.
Pero entonces, como por encanto, aparecieron, en vez de cuatro, ocho guerreros
que cabalgaban de frente contra él. Ilya Muronets siguió a Dobrinya, y, con su
poderosa espada, hirió a los ocho. Pero otra vez más los adversarios se
duplicaron ante el asombro de los bogatirs. Los siete bogatirs cargaron sobre
cl enemigo con vigor, pero cuanto más luchaban, máe se multiplicaban las
fuerzas contrarias devolviendo golpe por golpe. Así sucedió que, durante tres
días, tres horas y tres minutos, combatieron con saixa. Al fin, los poderosos
hombres de los bogatirs se doblaron
como cañas golpeadas, melláronse sus espada y los caballos de guerra se
rindieron a la fatiga. El enemigo los venció sin cansancio.
El terror se apoderó de los siete bogatirs, que huyeron al monte para ponerse
a salvo en sus escondidas cavernas. Alyosha Popovitch fué el primero que llegó;
pero tan pronto puso pie en él, se convirtió en piedra. Así les sucedió a los
otros seis.
De esta manera fueron destruídos los bogatirs
en la santa Rusia.
0.062.1 anonimo (rusia) - 054
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