En
una casa había dos lagartos, un hombre y una mujer. El hombre
siempre estaba fuera de casa; y ella pensaba que a lo mejor iba a
visitar a otras mujeres. Así que un día decidió enfrentarse con el
problema y, ante sus preguntas, él respondió furioso: «El hombre
debe estar fuera, y la mujer en casa».
Pero
ella no lo veía claro: siempre decía que salía a cazar, pero nunca
había traído nada para compartirlo con ella. El marido continuaba
furioso: «Lo que pasa es que no quiero que me vean demasiado
contigo, porque hay otras mujeres que me cogen el rabo para ser mis
amantes y tengo que esquivarlas».
Ella
quería comprobarlo, de manera que salieron a la calle; y, nada más
pisar fuera, una mujer se les acercó y se dirigió al lagarto: «Eh,
hombre, ¿ya no te acuerdas de mí?». Él la miraba de reojo, sin
contestar nada; así que aquella mujer prosiguió: «¿No te acuerdas
de que el otro día estuvimos juntos en un bar, y me diste un pedazo
de carne para que lo compartiera con mis hijos?».
La
esposa estaba perpleja: «¡Ah; con que ésas tenemos! ¡Ahora mismo
voy a pelearme con esa mujerzuela!». Y echó a correr detrás de
ella, hasta que la atrapó y empezaron a pelearse.
El
hombre gritó pidiendo que alguien separara a las dos contendientes;
pero él no hacía nada, porque temía recibir algún golpe si
intentaba poner orden. Tuvo que ser un pobre viejo el que las
separara, tras regañar al marido por su pasividad.
Al
regresar a casa, la esposa pidió a su marido que le contara quién
era la otra mujer. Entonces el marido apretó a correr para no tener
que contestar aquella pregunta. Y dicen que todavía hoy no ha vuelto
a su casa.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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