Un
rey tenía una hija tan hermosa que, celoso de ella, impuso una
condición imposible para aquél que quisiera pedir su mano: debería
traerle algo invisible.
Muchos
hombres probaron suerte: uno trajo humo encerrado en una botella,
pero el humo se ve aunque no se palpe; otro dijo que había venido
rodeado de viento, pero le hicieron notar que no era él quien lo
había traído. Parecía que la princesa iba a quedarse soltera.
Xima
Damadu, Simón el tonto, era menospreciado por la gente del pueblo a
pesar de que nunca expresaba sus opiniones. Al saber la noticia tuvo
una feliz idea y enseguida la puso en práctica: cogió dos cubos,
metió dentro de ellos una papaya y un coco respectivamente, los
llenó de agua y se presentó ante el rey: «Majestad, os he traído
dos vacas».
El
rey había observado que los cubos estaban llenos de agua; sin
embargo, al oír hablar de las vacas, en lugar de mirar qué había
dentro de los cubos empezó a buscar a los rumiantes. Simón
aprovechó aquel momento de descuido para sacar de los cubos la
papaya y el coco; e inmediatamente prosiguió: «Os las podréis
llevar en cuanto terminen de beben». El rey volvió a mirar los
cubos y vio que, efectivamente, el nivel del agua había descendido.
Muchos
criticaron aquella boda, pero la palabra del rey es sagrada. De
manera que se llevó a cabo y aquel tonto despreciado pasó a ser el
príncipe del reino.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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