Resolvieron hacer una
pelea el burro y el tigre por un charco di agua, en tiempo de seca. Porque si
tomaban l'agua los dos, pronto s'iba a acabar, y si la tomaba uno solo, duraba.
El tigre fue el que manifestó que si no le cedía l'agua lo iba a peliar, y el
burro le aceptó.
El
tigre como vence, porque es el más fuerte, domina a todas las clases de
animales de garra, y por la fuerza los hizo venir para peliar al burro. Y lo
nombró como asistente de él al zorro.
Cuando
calculó el tigre que el burro podía haber rejuntado su ejército, lo mandó al
zorro que se entrevistase con el burro y le dijera si ya tenía listo su
ejército. Así lo hizo el zorro y el burro le contestó que tenía su ejército
listo. Y el zorro, en tono de farsa, le preguntó que adónde 'taba porque no se
veía nada. El burro le contestó que lo tenía ahí, en un gajo de tala. Y era el
ejército de avispas.
Bueno...
El zorro le dijo que qué podía hacer ese puñado de moscas, que se las largara
pa comerlas a todas. Y el burro, en vez de largarlas a todas, le largó tres no
más. Dos de las avispas se le prendieron en los ojos, al zorro, y la otra en el
trasero.
El zorro dio un tremendo grito y disparó arrastrando la cola
por el suelo, hasta llegar al charco. Desesperado se metió en l'agua pa sacarse
las avispas. Después que lo dejaron las avispas salió del charco todo
embarrado. Dispuso, entonces, revolcarse en las pajas y limpiarse el barro para
que el tigre no se diera cuenta mayormente lo que le había ocurrido.
Al
presentarse el zorro, a su general, éste le dijo que qué le pasaba en los ojos,
que tenía tan hinchados y colorados. Y el zorro le contestó que tenía los ojos
hinchados de rabia por la farsa que le quería hacer el burro de peliarlo con un
puñado de moscas. Y le dijo que si no quería crer que juera él solo, pa que
viera que no precisaba ejército para peliarlo.
Y el
tigre aceptó la proposición y jue a ver al burro. Y le dijo al burro que áhi
venía a peliarlo y el burro le largó al tigre todas las avispas. Movió el gajo
de tala y salió el enjambre de avispas y lu agarraron al tigre por todo el
cuerpo a flechazos,
que lu enloquecían de dolor. Si largas eran las corridas qui hacía el zorro,
más largas eran las del tigre y más las revolcadas que se daba, lo que lo
flechaban las avispas por las partes del cuerpo que podían.
Lorenzo Arturo
Ferreyra, 60 años. Villa General Mitre. Totoral. Córdoba, 1952.
Cuento 528. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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