El
avestruz se reía del sapo porque andaba siempre a los saltitos.
Entonces el sapo se enojó y le dijo que le corría una carrera.
Tanto
le dijo el sapo que le jugaba, que hicieron una apuesta. Se pusieron
en la cancha, y largaron. Cuando largaron, el sapo, cuando se agachó
el avestruz, se le subió arriba. Y claro, llegaron a la raya y el
sapo se largó y le dice:
Volvieron
a largar. El avestruz se enderezó y largó. Y otra vez el sapo se le
prendió. El avestruz con picardía, al pasar cerca de un alambrado,
gambetió y se refregó en los alambres y lo largó al suelo al sapo.
Entonce, el sapo, perdido, empezó a mirar para todos lados, no sabía
qué hacer. Y el avestruz siguió.
Francisco
Linares, 73 años. Viedma (Hogar de Ancianos). Río Negro, 1971.
El
narrador es un campesino que vivió siempre en la zona rural de San
Javier, cercana a Viedma.
El
último motivo del cuento es nuevo, no figura en otras versiones;
parece una creación regional.
Cuento
505. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 030
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