Vivió hace mucho un niño
llamado Zhangbao que, siendo hijo de padres ricos, en edad de ir a la escuela,
sólo hacía novillos.
Cuando se hizo mozo,
Zhangbao no hacía otra cosa que cabalgar por todas partes acompañado de su
perro.
Además, era glotón y
amante de los placeres.
Al morir su padre, se
extinguió también la fuente que le daba dinero para sus vanidades.
Para satisfacer sus
desenfrenos vendió las cosas heredadas de su padre hasta que se vio obligado a
vender la casa.
Así, Zhangbao llegó a
ser mendigo y no tuvo otro lugar para dormir más que las ruinas de un templo.
Cierto día se presentó
un anciano maestro con una calabaza a cuestas. Al ver la miseria de Zhangbao,
el abuelo decidió enseñarle a sembrar calabazas.
Los alumnos del anciano
escuchaban con avidez sus lecciones pero Zhangbao lo hacía con gran apatía.
La falta de vigor
caracterizó a Zhangbao durante las labores de roturación de la tierra y la
siembra.
A las horas de comida,
el anciano daba una palmada a su calabaza gigante y los alimentos salían de
ella.
-De este tipo son las
calabazas que hemos sembrado - les explicaba.
Zhangbao tampoco ponía
sus energías al regar los retoños.
Mientras los otros
alumnos aprendían los cuidados que había que tener con las plantas, Zhangbao
tomaba fresco en el quiosco.
Al llegar el momento de
escardar, él dormía bajo los el árboles
Por fin, las calabazas
florecieron y dieron frutos.
A la hora de cosechar,
todos recogieron sus propios frutos.
Los compañeros de Zhangbao
golpearon sus calabazas y fueron recompen-sados con exquisitos platos.
Mas de la suya, pese al
palmoteo, nada salió.
005. anonimo (china)
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