Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

miércoles, 13 de junio de 2012

El retorno del jade


El monarca del reino Zhao recibió con gran sor­presa una pieza de jade de singular calidad. Tenía un color lechoso semitransparente. Era suave y opaco de día, pero luminoso y claro durante la noche. El tallado se veía perfecto, con un diseño estético original y un trabajo minucioso y paciente digno de los artesanos chinos. Se trataba de una joya de incalculable valor.
Pero la emoción del rey no duró mucho, puesto que un mensajero del rey Qin le trajo una carta del que el monarca ambicioso y despótico, en la cual le ofrecía quince ciudades por el jade. Sabía perfecta­mente que su intención era apoderarse de la joya por las buenas o por las malas. El trueque que él pro­ponía no era más que una estafa.
Profundamente preocupado, el rey Zhao reunió a sus cortesanos para buscar una solución. Pero a na­die se le ocurría cómo conservar la joya sin dar moti­vo a una invasión militar del ejército enemigo.
Un día se presento un joven oficial ante el rey Zhao, a quien se dirigió en tono firme:
-Majestad, me ofrezco para enseñar el jade al rey Qin. Si él no cumple su promesa de ceder quince ciudades, veré la forma de conservar la joya y traerla de vuelta.
El monarca lo miró durante un momento. Lo conocía: era Lin Xiang Ru, un hombre famoso por su inteligencia y valor. Necesitaba hombres leales e intrépidos para esta delicada tarea. Aceptó su ofreci­miento y ordenó a los generales prepararse contra una eventual invasión enemiga.
Lin, el enviado especial, llegó con la joya después de un largo viaje al majestuoso palacio del rey Qin. Le ofreció con una gran reverencia la valiosí-sima pie­za. Los ávidos ojos del monarca se maravillaron ante tan excepcional joya. La acarició con las manos tem­blorosas, conteniendo la respiración como si se trata­ra de algo tan frágil que se podía romper con el aliento. Después de un buen rato, se la mostró a los cortesanos, que se maravillaron extasiados ante tal pieza de singular valor. Más tarde se lo llevaron al palacio residencial para enseñársela a las concubinas del rey. Mientras tanto, ni el monarca, ni los cortesa­nos, ni nadie del palacio hizo caso al portador de la joya, ni le mencionaban el trueque con las quince ciudades. Cuando creyó que había esperado lo sufi­ciente y que por lo visto nunca le devolverían la joya, ni le hablarían de la cesión de las quince ciudades, se dirigió al rey Qin en un tono algo misterioso:
-Majestad, aunque esa pieza parece perfecta, tiene un pequeño desperfecto casi inapreciable.
El rey perdió su gozosa tranquilidad y ordenó que le trajeran inmediata-mente la pieza para saber dónde estaba el defecto. Cuando Lin recuperó la jo­ya, retrocedió unos pasos y se colocó al lado de una columna de piedra. Levantó el jade con las dos ma­nos, diciéndole con energía al indignado rey:
-Su Majestad ha prometido ceder quince ciuda­des por esta joya de incalculable valor. En nuestro país nadie cree en la sinceridad de su oferta, excepto yo, que siempre he sostenido lo contrario. Les he conven­cido diciendo que si cualquier ciudadano común pue­de cumplir su palabra, siendo el jefe de estado de un reino poderoso, ¿cómo no va a cumplir su promesa? Nuestro rey me ha enviado creyendo lo misma Pero, desgraciadamente, no he podido ver hasta ahora ni la mínima muestra de voluntad del intercambio. Por eso me he visto obligado a recuperar la joya, dispuesto a romperla contra la columna si tratan de arrebatármela.
Al ver que Lin había tomado la firme determina­ción de morir destrozando antes la joya, el rey cam­bió de táctica inmediatamente, diciéndole con una sonrisa hipócrita:
-¡Tranquilo, tranquilo! Cumpliré mis promesas.
Ordenó traer un plano, en el cual trazó sin preci­sión una generosa línea, diciéndole:
-Todo eso será territorio de su reino. ¿Satisfe­cho? Ahora deme la joya. No la destruya, por favor.
-De acuerdo, Majestad -contestó Lin mien­tras pensaba que el rey Qin era capaz de decir cual­quier mentira-. Este jade es el tesoro más valioso de la Tierra. Para enviárselo, nuestro rey presidió, después de cinco días de purificación, una ceremonia solemne de despedida. Como respuesta a esta serie­dad por nuestra parte, es preciso que Su Majestad ayune durante cinco días y presida luego una cere­monia de recepción. Le ofreceré la joya en bandeja de oro el día de la ceremonia.
El rey Qin tuvo que aceptar las condiciones. Dis­puso que el enviado se alojara en una residencia de la capital. Esa misma noche, Lin ordenó que uno de sus criados se ataviara de comerciante y llevara la joya secretamente a su propio reino.
Cuando se dio cuenta el ansioso rey Qin, ya era demasiado tarde. No era posible alcanzar al portador de la joya, tampoco procedía emprender una opera­ción militar contra el reino Zhao, ya que estaban preparados desde hacía días para defenderse. No tu­vo más remedio que poner en libertad a Lin, por el temor de provocar una alianza entre los reinos débi­les a causa del incidente.

005. anonimo (china)

No hay comentarios:

Publicar un comentario