El alumno y las onzas de oro
Anónimo
(china)
Cuento
Era un
profesor que destacaba por su rigor y adusto carácter. Golpeaba con una vara a
sus alumnos en cuanto éstos cometían una falta. Cierto día, el severo profesor
descubrió a uno de sus alumnos copiando en el examen y le dijo que al día
siguiente quería verlo en su despacho para tomar medidas muy serias. El alumno
ya sabía muy bien qué clase de medidas iban a ser.
A la
mañana siguiente, el alumno llegó tarde a la cita. Se disculpó.
-Perdóneme,
profesor. Mi tardanza ha sido debida a que he heredado una buena suma de onzas
de oro y estaba haciendo planes de cómo distribuirlas.
-¿Qué
vas a hacer con tu fortuna? -inquirió el profesor.
-Lo
tengo muy bien planeado. Invertiré una suma en hacerme una casa y amueblarla;
otra parte en hacerme con los sirvientes oportunos; también daré una fiesta, y,
por supuesto, utilizaré una buena parte para libros y otra para obsequiar con
ella al hombre que más me ha enseñado en este mundo: mi profesor.
El
profesor se sintió encantado y halagado. Apenas podía creérselo. Su ira se
había desvanecido como el rocío al despuntar el sol.
-Déjame
que te corresponda -dijo el profesor-. Voy a invitarte a una opípara comida.
Comieron
hasta hartarse y bebieron hasta emborracharse. En su embriaguez, empero, el
precavido profesor preguntó:
-¿Has
guardado bien seguras las onzas de oro?
-¡Qué
fatalidad, profesor! Créame que iba a guardarlas en un lugar muy seguro, cuando
mi madre tropezó conmigo y me despertó. Busqué las onzas pero se habían
esfumado.
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