Bodhidharma
Anónimo
(china)
Cuento
Bodhidharma
era un personaje sorprendente. En una ocasión se adormeció cuando estaba
meditando y para que no volviera a suceder se rasuró los párpados de los ojos.
Era un monje adulto e indoblegable. Tuvo un encuetro con el emperador de China,
que le manifestó:
-He
colaborado intensamente en la difusión de la doctrina del Buda en todo el país
-dijo el emperador, jactándose de ello-. ¿Qué méritos he obtenido por
hacerlo?
-¡Absolutamente
ninguno! -afirmó el monje.
El
emperador estaba más que asombrado. Entonces preguntó:
-¿Cuál
es el primer principio de la Doctrina?
-Todo
está vacío; no existe nada sagrado.
Irritado,
el emperador interrogó:
-¿Y
quién eres tú para presentarte aquí ante nosotros? Y Bodhidharma repuso:
-No sé.
A pesar
de haber difundido la Doctrina, el emperador no sabía que no hay un «yo» para
recibir méritos y que si todo está vacío, no hay «nadie» para presentarse
ante «nadie».
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