El adorador del dragón
Anónimo
(china)
Cuento
La gran
afición del aristócrata Ye venía probablemente de su nacimiento. Según el
Zodiaco chino, vino al mundo cuando reinaba el signo más fuerte de los doce
animales que conforman el horóscopo chino. No sólo nació en el año del Dragón,
sino, curiosamente, también con el ascendente de ese animal mitológico.
Adoraba ese signo legendario como algo propio de su esencia existencial. Los
techos de su residencia se remataban con dragones tallados. Todos los muebles
de la casa estaban decorados con imágenes de ese animal omnipotente. Su
fabulosa colección de figuras de dragón era indudablemente la mejor dé todo
el imperio. Y como si la profusa presencia del animal en su casa no fuera
suficiente, adornó todas sus prendas con bordados o estampaciones de dragón,
se casó con una mujer del mismo signo, doce años más joven que él, eligió la
servidumbre únicamente entre las doncellas nacidas con el mismo signo de su
preferencia. Dragón, dragón, todo dragón.
Cuando el
rey Dragón, que vivía en el cielo, se enteró de su gran afición, conmovido y
agradecido, descendió a la Tierra para visitarlo. Entró en el salón y lo
encontró disfrutando de una preciosa pintura titulada «Nueve dragones entre
nubes». Pero cuando sintió la presencia de algo raro en su casa, por el vaho
helado y magnético que exhalaba el animal todopoderoso, se puso pálido. Su
terror creció desmesuradamente cuando vio de soslayo las escamas de un cuerpo
ondulante y escarchado. Se demayó bañado en sudor frío.
El rey
Dragón se desilusionó:
-¡Con
que sólo te gustaba la representación de mi especie! Cuando ves al dragón de
verdad, te mueres de pánico.
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