Chang y sus ilustres amigos
Anónimo
(china)
Cuento
La
amistad es un sentimiento tan antiguo como el mundo. Hace siglos vivían en
China dos hombres, llamados Chang y Li respectivamente; eran íntimos amigos.
Su amistad databa de antiguo, de la infancia. Al hacerse mayores, los azares
de la vida separaron el curso de sus vidas y pasaron años enteros sin verse.
Un buen
día, la casualidad hizo que Chang y Li se encontraran otra vez. Había caído una
gran nevada, y a causa de ello ambos se vieron forzados a detenerse en el
mismo pueblo. La alegría que les proporcionó aquel encuentro fue
indescriptible. Los dos amigos no cesaban de comentarlo alegremente y de
celebrar aquella feliz casualidad que de nuevo les había reunido.
Esperaron
un buen rato a que se despejara el camino charlando alegremente en una posada;
luego, viendo que ya había cesado de nevar, decidieron proseguir juntos su
viaje.
Andaban
alegremente y hablaban sin cesar de los tiempos pasados. De repente al doblar
una esquina del camino vieron acercarse hacia ellos a un alto dignatario
ricamente ataviado y soberbiamente escoltado. El cortejo era verdaderamente de
una deslumbrante brillantez.
Chang
entonces, con aire de suficiencia, tocó a su amigo en el brazo y le dijo:
-Li,
amigo mío, mejor será que nos apartemos un poco de ese camino. Por ahí veo que
viene un pariente mío muy querido. Siente por mí tal afecto y respeto que estoy
seguro que en cuanto me viera descendería del lujoso palanquín para hacerme
toda clase de reverencias, incluso es muy posible que se empeñara en prestarme
parte de su escolta. Es mejor que no le causemos tantas molestias.
Mantengámonos alejados de su camino, Li. Me parece lo más razonable.
-Verdaderamente,
Chang, si el saludarle tiene que causarle tantas molestias y si además con
ello retrasamos en algo su viaje, mejor será que nos mantengamos apartados de
su camino, tal como tú sugieres.
El gran
personaje pasé por delante de los hombres sin reparar en ellos. Éstos se
habían apartado lo suficiente del camino para no poder ser reconocidos.
Li y
Chang siguen caminando con el corazón alegre. Pocas cosas hay más agradables en
el mundo que encontrarse de repente con un viejo amigo con el que hace tiempo
no se ha podido mantener una larga y sabrosa conversación; ¡son tantas las
cosas que hay que decir y tantas las que hay que escuchar!
Mirando
a lo lejos diríase que se acerca alguien. Los dos amigos se ponen a mirar
atentamente y pronto pueden distinguir claramente la gallarda silueta de un
jinete montado sobre un espléndido caballo. El jinete va vestido de ricas y
brillantes sedas y la montura del corcel es francamente suntuosa. Al
acercarse más se advierte que el jinete es muy joven. Su escolta queda bastante
rezagada; es tal el brío del corcel que apenas pueden seguirle las demás
cabalgaduras.
Chang
tira de la manga del vestido de su amigo y en un aparte le dice:
-¿Sabes,
Li? Este apuesto y elegante joven que -aquí viene montado en tan soberbio
alazán es íntimo amigo de uno de mis hijos; mejor será que nos apartemos de
nuevo del camino porque si me ve ya sé lo que va a ocurrir: bajará del
caballo, se prosternará ante mí, me hará las diez mil reverencias y ya sabes
como soy yo, un hombre sin ninguna vanidad, toda sencillez. Me molestaría verme
en una situación semejante y además a él también le haría retrasarse algo en
su viaje seguramente; mejor será que nos detengamos un momento y le dejemos
pasar.
-Como tú
quieras, amigo mío. Tú conoces mejor a tus amistades que yo. Si así crees que
debe hacerse, así se hará.
Ambos
amigos se apartan, pues, otra vez y dejan pasar al gallardo jinete y a su
séquito; luego tranquilamente prosiguen su camino en aquella fría mañana
invernal.
Chang
nota de pronto que Li le sacude fuertemente por la manga, mientras le dice
muy excitado:
-Chang,
amigo mío. Ahora el que te pide que nos apartemos del camino soy yo. Fíjate
bien en aquel personaje que viene por ese mismo camino nuestro, pero en
dirección contraria ¿Lo ves o no lo ves?
-¿A
quién te refieres, Li? No veo a nadie que viaje ni en palanquín ni en caballo.
-Ciertamente,
amigo mío. No va en palanquín ni en caballo, por eso tal vez aún no lo has
vislumbrado. La verdad es que sus ropas no relucen demasiado. ¿No ves ahí, a
un lado del sendero, a un miserable mendigo vestido de harapos?
-A ése
sí que le veo.
-Bueno,
pues has de saber que es pariente mío y mi mejor amigo. Tengo que apartarme de
su camino si no quiero encontrarme en una difícil situación.
Chang se
ha quedado mirando a Li con los ojos desmesura-damente abiertos:
-Mira,
Li -le dice muy serio-, no comprendo de ningún modo como te puedes sentir tan
satisfecho y encima jactarte de tener un pariente y un amigo semejante.
-Pero,
honorable Chang, ¿por qué te extrañas de que yo tenga semejante pariente y
semejante amigo como tú dices si es lo único que has dejado para mí? ¿No te das
cuenta de que todas las altas personalidades del país las has acaparado tú
antes?
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