143. Cuento popular castellano
Pues ésta era una reina que estaba
embarazada. Y estando cosiendo un día en un balcón se picó en un dedo. Y
viendo la sangre en la nieves, dice:
-La sangre con la nieve, ¡qué bonita está!
Cuando dé a luz, pondré a la hija Blancaflor.
Y al tener la hija seis años, murió la
madre. Y su padre se casó de segundas nupcias. La niña fue creciendo, creciendo
y llegó a ser muy guapa.
La madrastra tenía un espejo mágico
que hablaba. Y un día le preguntó:
-Espejo mágico, ¿quién es más guapa, la Blancaflor o yo?
Y le contesta el espejo:
-Tú superas; pero supera la Blancaflor.
La madrastra, como tenía envidia de la
niña, determinó matarla. Llamó a un criao y le dijo que la cogiese y la matase
y la trajese la lengua. Y el criao la llevó al monte; pero como él la había
visto nacer, no quiso matarla. Y la dijo:
-Dios te valga y tu fortuna.
Y la dejó en el monte. Y mató a un
perro y le sacó la lengua y se la entregó a su madrastra.
La niña fue andando, andando por el
monte, y por fin llegó a la casa de los siete enanos. Y al entrar vio que
tenían su mesa puesta, con sus vasos y su comida. Como no veía a nadie por
allí, comió de cada plato un poquito y de cada vaso bebió un poquito. Y después
fue y se echó en una cama, rendida de las fatigas del día. Y se quedó dormida.
Han llegao los siete enanos: ¡De mi
vaso han bebido!
-¡Y del mío también!
-¡Y de mi plato han comido!
-¡Y del mío también!
-¡Alguien tiene que haber entrado!
Y con el ruido despierta la niña y
salió donde estaban los siete enanos.
-¡No me maten ustedes!
-Pero, ¿qué haces tú aquí?
Entonces les contó ella su historia. Y
por fin la dicen los enanos:
-Mira, te quedarás con nosotros y
serás nuestra criada. Pero ten mucho cuidado. A todo el que venga no le abras
en lo que no vengamos nosotros.
A los pocos días la madrastra habló
otra vez con el espejo mágico:
-Espejo mágico ¿quién es más guapa, la Blancaflor o yo? Y la
contestó:
-Tú superas; pero supera la Blancaflor.
Pues la madrastra se puso furiosa y
determinó salir en busca de la niña para matarla. Se vistió de quinquillera y
llegó a la casa de los enanos. La niña estaba en una ventana:
-¡Oye, niña, mira! ¡Baja! ¡Qué
peinetas y qué corsés! Y enseñán-dole un corsé le dijo:
-¡Sigún eres de guapa, verías qué bien
te estaba!
La dijo la niña:
-No puedo abrir.
Pero a tanto ruego, su madrastra la
hizo bajar. Y abrió. Y la madrastra la puso un corsé. Y al ponérselo, lo apretó
tanto que la juntó las costillas con el pecho.
Cuando han llegao los siete enanos, se
han encontrado con ella tirada en el suelo. Creyeron que gente de sospecha
habrían matao a la niña. La han registrao cuando ven que tenía un corsé muy
apretado y que tenía oprimidas las costillas con el pecho. Soltaron el corsé, y
la niña da en sí. Y la dijeron:
-No vuelvas a abrir. En lo que no
vengamos nosotros, no abras a nadie.
A los dos o tres días la madrastra
empieza otra vez con el espejo mágico:
-Espejo mágico, ¿quien es más guapa, la Blancaflar o yo?
-Tú superas; pero supera la Blancaflor.
La madrastra se puso furiosa otra vez
y ha vuelto a ir en busca de la niña. Llegó a la casa de los enanos. Y la niña
estaba en la ventana cuando ella ha pasao. Y la ha llamao lo mismo que la otra
vez:
-Oye, niña, baja, que tengo unas
peinetas muy bonitas. Y tú, como eres tan guapa, verás qué bien te están.
-No puedo abrir.
Pero a tanto ruego, su madrastra la
hizo bajar. Y la niña abrió otra vez. Y la madrastra la clavó dos peinetas por
la cabeza.
Cuando han llegao los siete enanos, se
han encontrao con ella echada por el suelo como la otra vez. Y la sacaron las
peinetas y volvió en sí. Y la dijeron otra vez:
-¡No vuelvas a abrir! ¡Que ésta es tu
madrastra, que te quiere matar!
Al siguiente día habló otra vez la
madrastra con el espejo mágico:
-Espejo mágico, ¿quién es más guapa, la Blancaflor o yo?
-Tú superas; pero supera la Blancaflor.
A los tres días después, su madrastra
fue con una canasta manzanas a casa de los enanos. Y esta vez la niña no estaba
en la ventana. Y ha llamao a la niña:
-¡Oye, niña, mira! ¡Baja!
La niña salió a la ventana diciendo
que no podía abrir.
-Mira, ¡qué manzanas traigo! Mira, te
daré una.
Y al no poder bajar a abrir, a tanto
porfiarla, se aproximó a la ventana -la niña con la mano por la ventana, y la
madrastra alargándola con la mano de ella la manzana.
Y la manzana la vino a envenenar.
Cuando han llegao los siete enanos, se
han encontrao con ella tirada en el suelo. Creyéndola muerta, han tratao los
siete enanos de hacerla un pantión en una caja de cristal. Y metieron con ella
muchas flores. Y con unos claveles a la nariz, vino la niña a resucitar. Y
todos los enanos alrededor de ella llenos de alegría.
Entonces los enanos recordaron de
llamar a su padre. Le contaron todo lo que habla pasado y le dijeron:
-Sigún ha hecho la madrastra con la
niña, hay que hacer con la madrastra.
Lo cual el señor dio el poder: la
arrastraron y hizon mil judiadas con ella, diciéndola:
-Todo el castigo que se te está dando
a ti -¡lo que hicistes con la pobre niña!
Y ya se acabó.
Tordesillas,
Valladolid.
Narrador
XXV, 3 de mayo, 1936.
Fuente:
Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anónimo (castilla y leon)
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