Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 13 de septiembre de 2014

Los dos socios, el zorro y el perro .326

Eran el perro y el zorro. Resulta que el zorro andaba buscando un socio para hacer el sembradío. Porque como el zorro es ladino, a él le gusta aprovecharse del trabajo de los demás, y después cobrar y ganar sin mayor esfuerzo. Pensando, pensando a quién lo buscaría para hacer sociedá, dice:
-Lo voy a buscar al perro. El perro es trabajador, es guapo. Sabe rendir en el trabajo. La cosecha va a salir buena y después yo lo voy a burlar.
Y bueno, se fue y lo habló al perro. Y el perro le dice:
-¡Cómo no! Hagamos sociedá para sembrar el maíz.
Entonce el zorro le dice:
-Miró -dice, yo no voy a tener tiempo de dedicarme mucho a trabajar en los rastrojos, pero cuando sea la época de la cosecha ya voy a venir y voy a buscar los clientes para hacer la venta, procurar que, en fin, que se venda bien el producto.
-¡Cómo no! -le dice el perro. ¡Aceptado!
Bué...
Fue el perro. Empezó el sembradío. Hizo arar, aporcar la tierra, echó la semilla. Ya después se encargaba de regar. A veces llamaba otros peones que le vengan a ayudar. A veces trabajaba solo. Cuando ya estuvo el maíz florcita no más, ya vino el zorro haciendosé buenito a decirle que recién se ha desocupado él de sus trabajos. Que había estado para abajo, le dice:
-Pa abajo, en el ingenio -dice. Por eso nu hi podíu venir ante, pero como ya necesitás ayuda para la cosecha, ya 'toy de vuelta.
-¡Ah, bueno! -le dice el perro.
Y el zorro sin saber cómo hacer para descuidarlo al perro, para que éste se vaya y lo deje a él tranquilo a hacer el festín ahí, con la venta del maíz, le dice:
-Pero vos sabés -dice, yo allá, los médicos particulares me han dicho que no tenemos que comer el maíz crudo, que hay que comerlo al maíz cocido. Así que vas a tener que buscarte fuego para hacer hervir el maíz y comer más bien motecito.
-¿Y de dónde voy a sacar yo fuego? -le dice el perro.
Y el zorro pícaro le dice:
-Mirá -dice, esa bola de oro que relumbra allá detrás de la lomita aquella. Bueno, de ahí tenés que ir a traer. Vos llevate un papel, acercalo a la bola ésa -dice, es caliente, y se te va a prender, y traés el fuego.
Bueno, y el perro se queda pensando. Le dice:
-Bueno, yo mañana tempranito me voy a ir.
Esa bola era el sol. Nunca la iba a encontrar.
Y empezó a andar el perro. Y repechaba y repechaba por la cuesta. Y quería ganar, y quería ganar, y cada vez que subía más, la bola de oro más alta, más alta, y no la podía alcanzar.
Por fin llegó a la cumbre y se dio con que ya la bola 'taba arriba. Era imposible alcanzarla.
Se baja, y le dice al zorro:
-Mirá, me ha ido mal, yo no hi podido prender el papel.
-¡Ah!, no sé -dice. Vos tenés que prender el papel.
Ya a todo esto, ya, el zorro, había agarrado clientela, había vendido bastante maíz. No sé cuantas bolsas había cargau en los carros. Y ya se iba toda la cosecha.
-Vos tenés que irte -dice. Mañana te levantás al alba antes de que aclare y te vas, de manera que cuando la bola aparezca, vos ya estés arriba.
Se va el perro otra vez. Y ande, y ande, y ande, y ande, y nada. Ha empezau a salir la bola, y él la veía cada vez más lejos, más lejos, más lejos. Y repechaba, y repechaba... Y andaba por la loma, y nada. Y no la podía alcanzar, pues. Cuando llega arriba ya era el mediodía. Otra vez vuelve, vuelve con el cuento al zorro que no nu hay caso, que la bola si había ido no más, que nu ha podíu prender el papel. Y a todo esto, cuando ya ha bajau el zorro había hecho las suyas, ya nu ha encontrau ni cosecha, ni maíz, ni nada. Había vendíu todo, pues, lo había dejau bien burlado al pobre perro que, zonzo, si había puesto a hacer sociedá con el vivillo éste.

Delia Corvacho de Saravia, 46 años. Humahuaca. Jujuy, 1970.

La narradora dice: Este cuento me lo contó una tía abuela, Rosario Uro de Miranda, que en 1941 tenía 80 años. Acostumbraba hacer tertulia a la tarde o al anochecer, y mientras nos hacían tisar lana a los chicos, ella nos sabía contar cuentos.
Es una variante del cuento tradicional y semejante al cuento Los dos socios, que Juan Carlos Dávalos recoge en Salta y da en Los casos del zorro.

Cuento 326. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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