Eran
el perro y el zorro. Resulta que el zorro andaba buscando un socio
para hacer el sembradío. Porque como el zorro es ladino, a él le
gusta aprovecharse del trabajo de los demás, y después cobrar y
ganar sin mayor esfuerzo. Pensando, pensando a quién lo buscaría
para hacer sociedá, dice:
-Lo
voy a buscar al perro. El perro es trabajador, es guapo. Sabe rendir
en el trabajo. La cosecha va a salir buena y después yo lo voy a
burlar.
-Miró
-dice, yo no voy a tener tiempo de dedicarme mucho a trabajar en los
rastrojos, pero cuando sea la época de la cosecha ya voy a venir y
voy a buscar los clientes para hacer la venta, procurar que, en fin,
que se venda bien el producto.
Fue
el perro. Empezó el sembradío. Hizo arar, aporcar la tierra, echó
la semilla. Ya después se encargaba de regar. A veces llamaba otros
peones que le vengan a ayudar. A veces trabajaba solo. Cuando ya
estuvo el maíz florcita no más, ya vino el zorro haciendosé
buenito a decirle que recién se ha desocupado él de sus trabajos.
Que había estado para abajo, le dice:
-Pa
abajo, en el ingenio -dice. Por eso nu hi podíu venir ante, pero
como ya necesitás ayuda para la cosecha, ya 'toy de vuelta.
Y
el zorro sin saber cómo hacer para descuidarlo al perro, para que
éste se vaya y lo deje a él tranquilo a hacer el festín ahí, con
la venta del maíz, le dice:
-Pero
vos sabés -dice, yo allá, los médicos particulares me han dicho
que no tenemos que comer el maíz crudo, que hay que comerlo al maíz
cocido. Así que vas a tener que buscarte fuego para hacer hervir el
maíz y comer más bien motecito.
-Mirá
-dice, esa bola de oro que relumbra allá detrás de la lomita
aquella. Bueno, de ahí tenés que ir a traer. Vos llevate un papel,
acercalo a la bola ésa -dice, es caliente, y se te va a prender, y
traés el fuego.
Y
empezó a andar el perro. Y repechaba y repechaba por la cuesta. Y
quería ganar, y quería ganar, y cada vez que subía más, la bola
de oro más alta, más alta, y no la podía alcanzar.
Por
fin llegó a la cumbre y se dio con que ya la bola 'taba arriba. Era
imposible alcanzarla.
Ya
a todo esto, ya, el zorro, había agarrado clientela, había vendido
bastante maíz. No sé cuantas bolsas había cargau en los carros. Y
ya se iba toda la cosecha.
-Vos
tenés que irte -dice. Mañana te levantás al alba antes de que
aclare y te vas, de manera que cuando la bola aparezca, vos ya estés
arriba.
Se
va el perro otra vez. Y ande, y ande, y ande, y ande, y nada. Ha
empezau a salir la bola, y él la veía cada vez más lejos, más
lejos, más lejos. Y repechaba, y repechaba... Y andaba por la loma,
y nada. Y no la podía alcanzar, pues. Cuando llega arriba ya era el
mediodía. Otra vez vuelve, vuelve con el cuento al zorro que no nu
hay caso, que la bola si había ido no más, que nu ha podíu prender
el papel. Y a todo esto, cuando ya ha bajau el zorro había hecho las
suyas, ya nu ha encontrau ni cosecha, ni maíz, ni nada. Había
vendíu todo, pues, lo había dejau bien burlado al pobre perro que,
zonzo, si había puesto a hacer sociedá con el vivillo éste.
Delia
Corvacho de Saravia, 46 años. Humahuaca. Jujuy, 1970.
La
narradora dice: Este cuento me lo contó una tía abuela, Rosario Uro
de Miranda, que en 1941 tenía 80 años. Acostumbraba hacer tertulia
a la tarde o al anochecer, y mientras nos hacían tisar lana a los
chicos, ella nos sabía contar cuentos.
Es
una variante del cuento tradicional y semejante al cuento
Los dos socios, que
Juan Carlos Dávalos recoge en Salta y da en
Los casos del zorro.
Cuento
326.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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