Había
una vez un sapo que le tenía rabia al tigre y lo desafió a un
combate. La guerra tenía que ser en un lugar encerrao, según
determinó el sapo.
El
tigre intrigao al verlo al sapo tan corajudo, lo mandó a su sobrino
el zorro para que, haciendosé el tonto, viera con qué elementos
contaba el sapo.
El
sapo tenía para la lucha, cajas de barro llenas de avispas,
guanqueros, pijes, caranes, a las que tenía tapadas y puestas de
trecho en trecho en todo el local.
Al
verlo al zorro que se acercaba, urgó las cajas para hacerlas enojar
a las sabandijas y lo hizo dentrar al zorro, trancó la puerta y le
sacó la tapa a la caja con los bichos. Éstos se prendieron del
zorro que daba gritos y no podía encontrar la puerta pa juyir.
Cuando ya lo vio muy enloquecido le abrió la puerta para que se
escape y el zorro se tiró en una represa con agua para amortiguar el
dolor. Luego se fue a la casa del tigre y le dijo que el sapo sólo
contaba con unos cuantos sapos locos, cuidandosé de contarle lo que
le había sucedido.
El
tigre para estar más seguro, invitó a todas las fieras del monte, y
avanzaba con su ejército al lugar del combate, diciendolé al zorro
que como conocedor, haga la punta, pero el zorro, sabedor de lo que
iba a pasar se escabulló a una orilla, dejó pasar a los otros y él
se quedó rezagao.
Cuando
entraron, el sapo destapó su ejército y enfurecidos por el
bochinche se prendieron a las fieras, y era una de bramidos y gritos
de desesperación.
Cuando
ya los vio rendidos, el sapo les abrió la puerta y salieron a los
tropeles con el zorro a la cabeza que los llevó derechito a la
represa donde él amortiguó las picaduras y se revolcaban de dolor,
mientras que el sapo se despanzurraba de risa en la puerta de su
casa.
Isabel
Jiménez de Acosta, 65 años. San Miguel. Río Chico. Tucumán, 1954.
Nativa
de la región. Tiene cierto grado de cultura. Buena narradora.
Cuento
513. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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