Al
zorro lo invitaron para las bodas del cielo. Los angelitos lu habían
invitado. Y como él no podía ir lu había conquistado al cuervo
para que lo lleve. Entonces el cuervo lo llevó. Se fueron los dos.
Y
claro, allá el zorro, cuando lo salieron a recibir, como él era
invitado, se puso muy orgulloso. Y no lo presentó al amigo,
compañero, y ni siquiera hizo que se arrime donde 'taba él. Lo
invitaron a la mesa, pasó él. Se sentó, y el cuervo quedó para
afuera. Y bueno, se arrimó el cuervo y lo picaba detrás, lo picaba
para que le pase algo. Y nada, el zorro, muy orgulloso, ni se daba
vuelta. Se cansó y se enojó el cuervo y se volvió. Se vino. Y lo
deja al zorro allá, en el cielo.
Y
pasó la boda, pasó la comida, todo. Se quería volver el zorro y no
sabía cómo. Y los angelitos le tendieron una cuerda.
Y
venía muy bien el zorro por la cuerda, y traquilo. Y de repente,
cuando ya venía cerca, más o menos, pero todavía alto, venía una
bandada de loros. Que les dice:
-Callate,
que te vamos a cortar la cuerda.
-¡Juana!
-que decía a la compañera que había dejado abajo-. ¡Quita palos,
quita piedras, que allá voy yo! ¡Juana! ¡Poneme la cama que allá
voy yo!
-¡Quiten
montañas, quiten palos, que los voy a reventar, que los voy a
quebrar cuando caiga! -que les decía.
-¡Hum!
¡Juan! -había quedau los dientes en la pampa, blan-quiando los
dientes. Cómo le había ido de bien en las bodas del cielo, que
todavía 'tá riendosé. Aunque 'tá dormido, se ríe.
Cuento
551. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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