Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 13 de septiembre de 2014

Las botas del potro .337

El zorro andaba por comerlo al avestruz, pero no podía porque éste es un animal grande y ligero. Con ese motivo lo andaba conversando. Una vez, el avestruz le preguntó cómo había hecho para tener él una patita tan chiquita.
Y el zorro, como es tan pícaro, aprovecha la ocasión y le dice:
-¡Ah!, a mí me pusieron zapatos desde chiquito. Yo me crié con zapatos, por eso tengo la patita chica. Los que se crían descalzos son siempre patones, y eso es muy feo.
Entonce dice el avestruz:
-¿Y cómo puedo hacer yo ahora para achicar mis pies?
-¡Ah!, yo le puedo hacer el favor de hacerle unos lindos zapatos -le dice el zorro.
Entonce el avestruz le dijo al zorro que le iba a agradecer mucho que le hiciera ese favor. Y el zorro dijo que se ponía en seguida a la obra.
Fue el zorro y se robó en una casa un cuero de potro y lo puso a remojar. Cuando el cuero quedó bien remojado y blandito, lo cortó y preparó unas bolsitas chiquitas como especie de zapatos, y se las puso en los dedos de las patas del avestruz. Claro, el cuero fresco andaba muy bien. Le dijo que se pusiera al aire y al sol para que se le moldearan bien y quedaran unos zapatos muy elegantes. Que se estuviera todo el tiempo que fuera necesario quieto, que él se iba y que volvería más tarde para ver el resultado.
El avestruz, al rato no más, empezó a sentir que el cuero le iba ajustando los dedos y hasta que al fin le agarró un gran dolor. Pero ya no se podía sacar los zapatos porque estaban pegados y duros. Al fin ya no pudo dar ni un paso y se cayó al suelo. Bueno, al rato no más volvió el zorro y cuando lo vio al avestruz tirado y lamentándose de lo mal que le andaban los zapatos, el zorro, muy campante, le dice:
-Bueno, ahora ya te puedo comer -y lo comió.

Jorge Eberto Garro, 55 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1967.

El narrador, nativo del lugar, oyó este cuento desde niño. Vive en la ciudad de San Luis.

Cuento 337. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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