Que
un día venía el tigre, y lo pisó al sapo. Lo vio, y no l' hizo
caso, y lo pisaba a propósito el tigre. El sapo decía que no lo
pisara, y el tigre que le dice:
Y
ya llegó el tiempo que tenían que peliar y reunieron toda la gente
de cada uno. Ya llegó el sapo y se ganó abajo de un espinillo. Que
la gente del sapo 'staba entre las ramas, las hojas, que ni se veían.
El sapo que 'staba quietito, y no decía nada.
El
tigre reunió toda su gente. Bué... ya 'taban todos juntos, y que lo
manda al zorro a ver la gente del sapo. Y ya vuelve el zorro y dice:
Y
ya volvió el zorro y le avisó al sapo que venía el tigre con su
gente, que iban a avanzar. Y que el zorro, compadrón, lo provocaba y
le decía que qué iba hacer solito su alma. Bué... Y ya se toparon.
Que el zorro venía en punta. ¡Qué miércoles!, y salió la gente
del paso. Y al primero que agarraron fue al zorro, y se le prendieron
por abajo de la cola, puel hocico, por todas partes.
¡Qué
pucha, caracho!, y disparó el zorro, y el jefe lo mismo, y toda la
gente de uñas salieron que se las pelaba, despavoridos, pidiendo
socorro. Y así ganó la guerra el sapo con la gente de flecha.
Jorge
Pardo, 36 años. Embalse La Florida. Pringles. San Luis, 1958.
Cuento
526. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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