Se
hicieron una carrera la liebre y el sapo. Y es claro, el sapo es
mucho más lerdo. Se puso di acuerdo con unos cuantos sapos para
ponerse así a distancia uno más allá de los otros. Claro, como
todos los sapos son igualitos, no se distinguen.
Largaron
la carrera. Cada vez que iba corriendo la liebre, cuando quería
acordar, saltaba delante un sapo. Y seguía, y más allá le saltaba
otro sapo. Y siempre le saltaba uno adelante y le ganó no más el
sapo.
Elías
Alcaraz, 51 años. Las Lomas Blancas. Ayacucho. San Luis, 1951.
Cuento
485.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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