El
gato es un animal primitivo al tigre, mayor. Y fue el que le enseñó
todas las costumbres, la manera de vivir, de mantenerse, de cazar, de
afilarse las uñas, de peliar, de alimentarse, ir qué sé yo. Le
enseñó todo el gato al tigre. A pesar de ser más grande, más
poderoso, tiene las costumbres y tiene los mismos sistemas del gato.
Entonce dice que el gato le enseñó. Y como el tigre no tiene tanta
flesibilidá en el cuerpo como el gato, algunos trabajos le cuesta
hacerlos.
Una
vez dice que andaba el tigre con pocas presas, con hambre. No había
encontrado nada. Y se viene agazapandosé. Y lo encuentra al gato que
estaba durmiendo, ¿no?, o que se hacía el dormido. Cuando él lo
vio al tigre que venía con intenciones de cazarlo, como él le había
enseñado todo, lo esperó no más, se hizo el dormido. Y cuando
estaba cerca el tigre, lo saltó. Y como el gato tiene mucha más
flesibilidá en el cuerpo, se le sentó para atrás, y cruzó el
tigre en el aire al otro lado, y cayó en el suelo como una bolsa. Y
cuando se endereza, le dice:
La
cuartiada esa no la sabía él. Claro, la única que no le había
enseñado. Y le dice el gato:
-¡Ah,
no, m'hijo, ésa no es para vos! No tenés coyontura en el espinazo
-le dice. Y por esa me salvé -le dice. Yo ya te conozco y tenía que
defenderme de tu traición.
Rubén
Tejeda, 30 años. Villaguay. Entre Ríos, 1970.
Trabajador
de campo.
Cuento
457. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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