El
tatú, que parece medio zonzo, lo vino a joder al zorro que siempre
cré que sabe más que todos.
Se
convidaron pa enlazar unos baguales, una güelta uno, otra güelta
otro. A la orilla del agua vino una tropilla. Ellos habían hecho las
cuevas, como las saben hacer.
Le
tocó primero al tatú. Enlazó un potro y se metió a la
cueva. El yeguarizo, bravo, pegó una estirada. El tatú, firme, no
se movió y áhi se quebró el yeguarizo. Cayó las patadas al suelo.
Y áhi esque lo carniaron y lo comieron.
Bueno...
Llegaron otros baguales. Enlazó uno y se metió a la cueva. Como la
cueva del zorro es derecha y el zorro no tiene las agarraderas como
las del tatú, áhi lo sacó el yeguarizo como una bala. No podía
resistir el zorro. El potro lo sacó, lo arrastró y lo llevaba
arrastrando en la punta del lazo, porque el zorro si había atado el
lazo en la cintura.
Cuando
vio que lo llevaba el potro arrastrando, el zorro, siguió el tatú
al galope, atrás, y ande lo encontró muerto, dijo el tatú:
Manuel
Conte, 66 años. Estancia La Calera. Palmar de Colón. Colón. Entre
Ríos, 1970.
El
narrador es peón de estancia.
Cuento
274. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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