Dice
que venía bajando el suri del cerro, por una cañada y en el mes de
agosto, y 'taba toda la hojarada del monte en el suelo. Y claro, en
ese tiempo los sapos ya 'tan escondidos. Y 'taba un sapo bajo la
hojarada. Y el suri venía tranquilo. Y viene y lo pisa al sapo.
Levanta la pata el suri, y el sapo lo que se ve libre se levanta y
dice:
Y
más grande se hacía el sapo enojado, se hinchaba cada vez más. Y
que le repitió tres ocasiones lo mismo, levantandosé más y más:
Y
bueno, el suri se queda, pastea, toma agua y se vuelve otra vez por
donde había llegado. Llega hasta donde 'taba el sapo, y el sapo le
dice:
-Miró,
allá vos conocís un arenal que es grande. Áhi te voy a jugar. Lo
vamos a correr de punta a punta.
-Y,
jugaremos el domingo. Pero, sí, te voy a alvertir, si yo te gano la
carrera, vos me vas a respetar a mí, y si vos me ganás, yo te voy a
respetar a vos, y me convenzo que sos un hombre como yo.
Bueno,
el sapo se va a ver el campo ande van a correr la carrera. Y áhi
cerca vivía un hombre. Y va y le habla al hombre y le dice:
Era
para que corrieran uno por un costado y otro por el otro costado. Y
va el hombre y le hace la raya y el sapo quedó muy agradecido. Ahora
pensaba cómo iba a hacer para ganarle al suri. Y dice:
Y
fue, y buscó muchos sapos y los enterró de punta a punta, cerca de
la raya. Calculando el tranco del suri, enterraba un sapito. Así,
cada uno iba a dar un saltito y se iba enterrar otra vez. Y ya se
venía aproximando el día. Llega el día domingo y ya tenía
preparado el campo. Llega el suri y le dice:
-Bueno,
yo hi veníu dispuesto a correr.
Se
prepararon no más para correr. Ya se pusieron de los dos lados de la
raya. El sapo se puso del lau que tenía sus amigos. Y ya contaron:
uno, dos, tres, y arrancaron. Corría no muy ligero el suri y vía
siempre que el sapo iba a su lado. Y bueno, volvieron para largar
otra vez la carrera. Y el suri esta vez largó con toda furia, iba
medio volando. Y siempre vía que el sapo iba al lado de él. Y
bueno, dice el suri:
Y
volvieron a contar uno, dos, tres, y largaron. El suri iba con toda
la velocidá que podía, y siempre iba el sapo al lado. Y llegó a la
punta, y le dice el sapo:
Eusebio
Malta, 46 años. Salta, 1952.
El
narrador es un modesto empleado ferroviario. Muy buen narrador y que
sabe muchos cuentos.
Cuento
473. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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