Hicieron
una apuesta el sapo y el mataco, que iban a volcar una carreta que
venía cargada. Que las carretas di antes tráiban quesos, charques y
de toda clase de comida. Cuando volcaban quedaban pedazos de todo y
ellos comían.
Le
tocó el turno al mataco y se puso en la güella, medio metíu en la
tierra, pa que creyeran que era una piedra. Cuando llegó la carreta,
hinchó el lomito, se cerró, le pasó la rueda por encima, y áhi no
más volcó la carreta. Por un lado y por otro cayeron los
bastimentos que tráiba la carreta. Los troperos levantaron las
cosas, arreglaron la carreta y los güeyes, y se jueron otra vez, y
quedaron muchísimos desperdicios en el suelo. Comieron hasta que se
llenaron el sapo y el mataco, y muy contentos se jueron a dormir.
El
sapo se aprontó y se puso en la güella, ande venía la carreta más
cargada. Cuando la vido a la carreta que ya llegaba, hinchó el
lomito y las paletitas, pero cuando le iba a pasar por encima, medio
hizo un lau la cabeza de miedo de semejante peso.
-¡L'erré!
-gritó el sapo cuando vido que lo aplastaba la rueda y ni se movía
la carreta.
Santos
Gil, 72 años. Buena Esperanza. Gobernador Vicente Dupuy. San Luis,
1951.
Cuento
305. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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