Una noche el zorro l'hizo una
travesura al tigre. La engañó a la mujer del tigre y durmió con ella. Y cuando
vino el tigre ella le dijo:
Bueno... Al otro día lu encuentra
el tigre. 'Taba durmiendo. Y al mesmo tiempo el zorro había llevau unas
espuelas. Ese día ante li había dicho a una señora que el tigre era el caballo
que él tenía que cuidar.
Y el tigre pensó entonce de
voltiarlo cuando subiera y matarlo. Entonce el zorro se puso las espuelas
descuidadamente y agarró la soguita. Y le dijo el tigre que güeno, que lu iba a
llevar. Y sube el zorro. Le pone la soguita en el cogote, si agarra bien y li
arrima las espuelas sin lástima. Y áhi el tigre se largó a bellaquiar,
a corcoviar. Y el zorro, bien prendido, ¡amigo!, ¡qué pucha! Y no lo voltió. Se
cansó el tigre de bellaquiar y el zorro 'taba las risadas. Y lu enderieza
derecho pa las casas de la señora que li había dicho que ése era su caballo.
-¡Ha visto, señora -que le dice,
que tengo caballo para andar! ¿No le decía que este bravo era mi caballo? ¡Oiganlón
al guapo, éste! -Y se golpiaba la boca el zorro.
Y claro, jue la almiración de
toitos que el zorro lo muente al tigre. Y ya cuando el tigre 'taba muy sobau y
aporriau, lo largó el zorro y salió disparando. Qué, ni aliento tenía el tigre
pa seguirlo.
Reyes Barrera, 89 años. La Higuera. Cruz del
Eje. Córdoba, 1951.
Campesino inteligente y buen
narrador.
Cuento 161. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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