Dice que era del tiempo que los
animales hablaban. Don Juan Zorro andaba con mucho hambre y iba pasando por un
camino. De lejo vio una cosa que brillaba y se puso contento creyendo que era
algo para comer. Jue y vio, y era un sable viejo, herrumbrado , que lo habían
tirado por inservible. Después de mucho pensar qué podía hacer con eso, dice:
-Ésta es la mía. Ahora me voy hacer
autoridá. Esto me viene bien para hacerme comisario. Ya me van a respetar
todos, quieran o no quieran.
Si arrimó a una carreta vieja qui
habían dejado a la orilla del camino, sacó unos tientos y se ató el sable. Y
quedó muy contento de parecer comisario en serio. Y entonce el zorro marchó muy
derecho, con el sable al hombro y empezó a atajar a todos los animales que
encontraba y darles órdenes. Todos los animales chicos si asustaban y
obedecían. Claro, áhi no más se los comía. Pero, áhi pasó un perro viejo y
achacoso. Entonce el zorro hizo de tripas corazón, y l'hizo frente, y con voz
juerte le gritó:
El perro no l'hizo juicio, lo miró
de lado y siguió su camino. Claro qui al perro le daba risa de verlo al zorro
difrazado con ese machete, muy tieso, haciéndose el importante.
El zorro que ya creyó que el perro
le tenía miedo por el sable, se quiso hacer el valiente, y con todas las
fuerzas de sus pulmones le gritó:
-¡Epe, amigo! ¿'Tá ciego que no ve
que acá 'tá la justicia? ¡Aprenda a respetar, amigo! ¡Paresé y atienda!
Cuando vio el zorro que el perro lo
atropellaba en serio, se olvidó del sable, lo botó y comenzó a correr. Volaba
el zorro entre los cardos y las piedras, y el perro lo seguía di atrás. En lo
que iba corriendo descubrió una cueva y áhi se zampó. Por suerte la cueva era
como para su cuerpo, pero el perro no podía entrar. Por milagro se salvó el
zorro que si hacía comisario, autoridá. El perro se quedó en la puerta de la
cueva esperando que saliera.
Cuando pasó un rato, el zorro se
tranquilizó y empezó a pensar cómo si había salvado del perro. Entonce empezó a
decir:
En eso se mira la cola y ve que 'ta
sucia y hedionda. Claro, con el susto al zorro li había ocurrido una desgracia,
si había hecho todo encima. Y entonce, avergonzado, dice:
-¡Y vos, cola sucia, eras la que me
estorbabas cuando corría! Y pa pior, ¡miró lo qui mi has hecho! ¡Tomala, perro,
tomala!
Jue retrocedendo, y sin darse
cuenta la sacó ajuera, y áhi la vio el perro. El perro lu agarró de la cola al
zorro, lo sacó y lo mató.
Vicente Ranero, 66 años. Retamal.
Rivadavia. La Rioja ,
1950.
Lugareño rústico. Buen narrador.
Cuento 79. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 030
No hay comentarios:
Publicar un comentario