El carancho era el sargento de ese
lugar, ande el tigre vivía. El tigre era el más rico y el más malo de todos los
que áhi vivían, y todos le tenían miedo. Por eso él lo mandaba al sargento.
El zorro era muy vivo pero tenía
mala suerte con el tigre. Nunca le daba nada, y claro, el zorro le tenía que
robar, para comer, porque era pobre. Y áhi comía, ¿ve?
Bueno... el zorro un día le robó un
cordero al tigre. Y lo vido el tigre y lo corrió. Se disparó el zorro y se
entró en una cueva. Llegó el tigre, pero vido que no lo podía sacar porque era
una cueva chica y el tigre como es gran de, no podía entrar.
-Usté, sargento, cuide, no lo deje
salir a este pícaro ladrón. Yo me voy a ir a la casa a buscar una pala y un
pico, claro, pa hacerla pedazo a la cueva y podelo sacar al zorro.
Entós, lo que 'taba áhí, le dice al
sargento:
-Mirá, sargento, yo me voy a salir.
Abrí grandes los ojos porque di una u otra forma me voy a salir.
Entós el carancho abrió los ojos
grandes, grandes. Entós el zorro alzó un puñau de tierra y l'echó en los ojos
al sargento.
-¿Cómo haré yo para que no sepa el
tigre que me ha embromau el zorro? Si sabe me va a matar. No le voy a decir
nada.
Bueno, el tigre se puso a cavar. Ya
trabajó muchísimo, y no lu hallaba. Llegó hasta el fondo de la cueva y nu había
nada. Entós, como no lu hallaba, se dio cuenta que el sargento si había dejau
engañar por el zorro, y lu agarró y lo mató. Claro, li había dejau ir al preso.
Elvira Isabel Pérez de Molina, 39
años. Cumbre de los Comechingones. Puesto El Paraíso. Chacabuco. San Luis,
1968.
Serrana nativa de esta meseta de
los Comechingones, en donde viven antiguos pobladores dispersos, en sus
pequeños puestos de pastores.
Cuento 142. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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