Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 3 de diciembre de 2013

El zorro confesor .83

El zorro ya no sabía qué hacer para conseguir engañar a los animales que podía cazar. Todos lo conocían y se cuidaban de sus trampas. En las casas había perros muy malos y no podía entrar a robar en los gallineros. Entonce pensó en hacerse confesor de las aves. Hizo correr la voz que había venido un confesor. Se puso una sotana y se puso en un rincón oscuro di una iglesia. Áhí se armó un confesionario. Hizo decir que recibía confesión muy temprano porque tenía mucho trabajo en el día.
Muy temprano llegó un pavo.
-¿Usté viene a confesarse? -le dice el zorro.
-Sí, padre -le dice el pavo.
-Buena falta le hace. Venga pal confesionario.
Lo llevó al confesionario y lo empezó a confesar.
-Diga sus pecados.
-Ayer me comí una juente de trigo.
-¡Ah!, ése es pecado muy grave, es pecado mortal -ahí se lo comió.
Al otro día jue una gallina, también muy temprano. Y el zorro la llevó al confesionario y le dijo:
-Diga sus pecados.
-Hace dos días me comí un plato lleno de maíz.
-¡Ah!, ése es un pecado de los más grandes, usté 'ta condenada -y ahí nomás se la comió.
Los parientes del pavo y de la gallina se alarmaron y le jueron a contar al perro lo que estaba pasando. El perro dijo que él se iba a confesar al otro día. Un gallo muy vivo lo acompañó al perro. Cuando llegaron, el confesor se dio un gran susto cuando vio al perro y les dijo:
-Yo soy confesor de aves, solamente, así el señor Gallo puede pasar solo. El señor Perro se puede ir. Yo no sé cómo se ha molestado tan temprano.
Entonce le dice el perro:
-No, señor confesor, yo vengo a confesarme, y usté, quiera o no quiera, me tiene que confesar.
Discutieron un rato y no tuvo más que confesarlo al perro.
-Diga sus pecados -le dice el confesor con voz muy débil.
-Anoche me comí una res de carne, que robé.
-¡Ah!, ése no es ningún pecado.
-Después me comí una torta que era para un regalo.
-¡Ah!, ése no es ningún pecado.
-Mordí a un hombre en la calle y casi lo maté.
-¡Ah!, tampoco es ése ningún pecado.
-Ahora ando buscando al zorro para matarlo porque mi han dicho que si ha metido a confesor.
Y claro, áhi salió corriendo el zorro y el perro salió di atrás. Perdió la sotana y agarró para el lao del campo, pero el perro lo alcanzó y lo mató.

José Martínez, 30 años. Naunaucó. Ñorquín. Neuquén, 1947.

El narrador es viajante de comercio.

Cuento 83. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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