Es que el zorro si andaba
escondiendo del tigre porque sabía que lu andaba buscando.
Güé...
A los días, el zorro si había robau una coyunda y la llevaba pa remojarla y
comerla, porque andaba con hambre. Cuando menos se pensaba, se lo ve aparecer
al tigre. Se topó con el tigre. Ya no tuvo más tiempo que medio meterse entre
las ramas di un árbol y hacerse el que si ataba con la coyunda. Llegó el tigre,
pero el zorro seguía, y seguía desenrollando la coyunda y envolviendolá en el
tronco. Entós, como el tigre es tan curioso, le dice:
-Pero, tío, ¿y qué nu ha sentido
usté decir del viento tan grande que viene, que va a dejar la tierra limpia? Yo
por chiripa
mi hi encontrau esta coyunda y me voy atar pa salvarme. Mire, ya 'tá llegando
el vientito. Éste va a ser un huracán muy malo. Mire, ya se 'tán moviendo las
copas de los montes.
-No, pero vos me podís prestar la
mitada de la coyunda.
Y güeno, áhi 'tuvieron discutiendo
hasta qui al fin Juan dijo que le iba hacer el favor di atarlo y que él si iba
buscar una cueva. Lu ató al tigre, bien seguro, en un quebracho, y se disparó.
A los tres días el tigre 'taba que
se moría di hambre, y tanta juerza había hecho que si aflojó la coyunda y pudo
zafarse y salvar la vida. Y volvió a seguir buscando al zorro.
Juan Lucero, 65 años. El Durazno.
Pringles. San Luis, 1950.
Cuento 137. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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