Es que el zorro andaba siempre
receloso del tigre.
Al tiempo, Juan si había robau un
queso muy rico y lo 'taba comiendo a la orilla di una laguna, cuando lo ve al
tigre que venía cerca. Áhi no más se metió al agua y escondió el queso. Y si
hacía el que 'taba pescando pedazos de queso y comiendo.
-Me puede matar cuando quera, tío,
pero, mire, pruebe primero un pedacito de estos quesos que se pescan en esta
laguna.
Y le tiró un pedazo, Juan. El tigre
lo probó y como le gustaban tanto los quesos, le dijo que cómo podía hacer pa
pescar él tamén.
-Mire, entre no más por áhi, y usté
que tiene más juerza va a sacar más. Dé un salto, y entre sin miedo, que es
pandito.
Con disimulo le tiró un pedazo 'e queso y el tigre áhi no más saltó y cayó, y si
hundió, porque era una parte muy honda ande lu hacía entrar. El zorro salió
huyendo y el tigre se quedó augandosé en la laguna. Después de 'tar como una
hora, entre l'agua, medio muerto, pudo salir. Si agarró como pudo di unas ramas
y salió tambaliando, cuasi augau.
Juan Lucero, 65 años. El Durazno.
Pringles. San Luis, 1950.
Cuento 136. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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