Es que ha güelto el tigre y si ha
escondíu otra vez en la bajada 'el agua. Como nu había ande tomar agua tenía
por juerza que bajar el zorro. Entós empieza el zorro a ver cómo podía
engañarlo al tigre. Y dio la casualidá que se dio con un panal llenecito de
miel en el suelo, qui habían sacau unos hachadores, y habían dejau pa volver a
llevarlo cuando acabaran de trabajar. Áhi no más el zorro se revolcó en la miel
y entre las hojas y los palitos del suelo. Ya 'taba que naide podía conocerlo y
se jue al agua. 'Taba tapau di hojarascas.
'Taba esperando el zorro, por áhi
cerca, cuando vido que venían muchos animales del campo a beber. Se metió en la
tropilla y bajó caminando, agachau. Áhi empezó a tomar agua, y el pobre no se
llenaba nunca. Claro, tantos días sin beber. Ahí el tigre empezó a ver este
animal tan raro que nunca había visto, y que tomaba tanta agua. Y no podía
saber qué clase di animal era. Lo miraba y lo remiraba, y nada. Porque es curioso
el tigre.
Al fin salieron los otros animales
y el zorro salió con la tropilla. Ya cuando pasó el peligro, le gritó de lejo,
al tigre:
Áhi lo volvió a sacar corriendo el
tigre, pero ni le vido el polvo al zorro que disparaba como una gama, ¡jue
pucha!, con el susto que llevaba encima.
Juan Lucero, 65 años. El Durazno.
Pringles. San Luis, 1950.
Cuento 140. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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