El tigre que lo había nombrado
comisario al zorro en un pueblo. Bueno... Dice que el zorro era sobrino del
tigre. Entonce el tigre, bicho muy malo, éste, dominaba a todo, entonce lo
nombra de comisario al zorro. Único comisario de un destacamento. Con todas las
autoridades que puede tener un comisario.
Entonce el zorro empezó, provisto
de todo el uniforme que lleva el comisario con su correspondiente látigo,
sable, todo, el gorro y todo.
Entonce, el zorro muy contento
empezó a recorrer las calles. Y cada día iba más y más. Entonce ya salía por
todas partes. Y en uno de esos recorridos empezó a encontrar los animales que
encontraba ahí. Al ir por un camino, primeramente, encontró un gallo. Y bueno,
entonce se presentó como comisario. Dijo que él era comisario de la zona, y que
tenían que respetalo muchísimo y no andar en la calle. Entonce, no ostante eso,
sacó el látigo, y le pegó un buen azote, y el gallo salió volando. Y bueno,
sigue más adelante. Entonce que había encontrado al quirquincho. Y bueno
también le dice lo mismo que él era el comisario de policía, que tenían que
respetarlo y mientras tanto saca el látigo, y le da un buen azote al
quirquincho. Entonce también se retira corriendo del camino. Más allá,
que había encontrado al chivo. También le dice lo mismo que él era el
comisario. Que tenía que respetarlo. Que no debían andar en la calle. Entonce,
saca su látigo y el chivo, con poco gusto, le quería hacer frente. Pero éste le
da un azote y se va también. Y en todo eso, que venía un perro por la calle, el
gran enemigo del zorro. Y bueno, ya lo ve el zorro y que le dice a la
distancia:
Le vuelve a gritar por segunda vez.
Y que lo ve el perro. Y en esos momentos que se da cuenta que era el zorro y lo
saca volando por la calle. Y bueno, que el zorro había chocau en el alambre,
había perdido la gorra, el sable, el látigo. Ya no si acordaba nada. Y el perro
lo llevaba, lo llevaba corriendo. Que ya lo llevaba por agarrar. Y entonce el
zorro, menos mal que trató de disparar y se entró en una cueva, en un
vizcachero.
Y entonce, que el perro enojado lo empezó a cavar. Y que lo tenía que matar. Y
bueno entonce, que ya si había cansado de cavar el perro, y en esos momentos
que venía un caranchi
que andaba volando, un carancho, y bueno, lo habla el perro. Lo hace que se
baje. Y le dice:
-Mirá, cuidame acá, que acá lo
tengo al zorro. Y lo tengo que matar. Hasta mientras yo me voy a traer una pala
de la casa y vuelvo.
Le da un garrote y se queda
haciendo la guardia en la puerta de la cueva. De manera que aparece el zorro de
adentro, medio triste y que le dice:
-Y bueno -que le dice el zorro.
Empieza a pensar. Y que se vuelve
adentro 'e la cueva y de allá saca. Había teníu una botellita de anís. Y que le
dice:
-Mire, compadre, yo ya voy a morir
¿pórque no se sirve una copita de anís de despedida? -que le dice el zorro.
-Vea, compadre, yo le voy hacer un
pedido -que le dice el zorro. Ya que, mire cómo estoy, yo ya voy a morir,
entonces, ¿pórque no me hace el favor, usté que es buen cantor? -le dice al
carancho. ¿Pórque no me lo canta una piecita ya?
-Mientras tanto -le dice- sirvasé
otra copita. Ya, ante que vaya a venir el perro con la pala y me va a cavar,
acá me va a sacar y me va a matar.
-¡Ay, que voz hermosa que tené vo,
compadre! -dice. Mirá, esto me emociona tanto. Tomá otra copita de anís.
Se sirve el carancho otra copita.
Vuelve a cantar otra pieza el carancho. Y en eso que le dice el zorro:
-¡Mirá, qué ojos lindos que tenés!
¡Mirá cómo te quedan lo que abrís la boca y los ojos para cantar! -que le dice
el zorro.
Y el carancho más que abría los
ojos y la boca. En eso, dice que el zorro ya había preparado un poco de tierra
y que 'taba a la espetativa no más.
-Ay, qué lindo que cantás. Cómo te
quedan esos ojos lo que los abrís grandes -dice que le dice el zorro de nuevo.
Y el carancho más que abría los
ojos y la boca. En eso, dice y le tira a los ojos, así. Lo tapa de tierra,
¿no?, y bueno, el carancho queda ciego. Usté sabe, los ojos y la boca que no se
podía contener, y encima borracho ya con el anís. Empieza a dar tumbos. Y que
había salido el zorro tranquilamente y si había ido.
Cuando viene el perro que lu
encuentra al carancho con los ojos, dele limpiarse los ojos que no podía más.
Le dice:
-En lo mejor que 'taba, y no se
podía parar bien, no sé qué le ha pasado, me han tirau un poco de tierra en los
ojos, en la boca.
-¡Miralo! Vos no servís para nada
-que le dice al carancho. Vos ya lu has dejado ir a éste. Mirá qué picardía ti
ha hecho. ¿Que no ti hi puesto que lo cuidés?
Y que lu agarra el perro al
carancho, le da una patada. Lo tira para arriba, y claro, el carancho medio
ciego sale volando y se va, y el zorro se fue y no le pudieron hacer nada.
Elidoro Marcial Díaz, 41 años.
Estación Aráoz. Leales. Tucumán, 1970.
Aprendió el cuento de campesinos de
este lugar de donde es originario.
Cuento 77. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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