Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 15 de mayo de 2012

Tres enamorados miedosos

Vivía en un pueblo una muchacha muy bonita; tan bonita, que tres hermanos comenzaron a enamorarla. Ella los oyó a los tres y no sabía cómo decirles que no sin que se pelearan. Esto fue lo que se le ocurrió al fin:
Llegó el mayor a declararle su amor.
-¿De veras me quieres tanto? -le preguntó.
-Ay, niña. Tanto te quiero, tanto, que haría cualquier cosa que me pidieras.
-Bueno. ¿Irías a cuidar a un muerto en el cementerio?
-Sí.
-Ven en la noche, el muerto estará listo, lo llevarás al camposanto.
-Bueno.
Al rato llegó a declararse el segundo hermano.
-Haría lo que me pidieras, para que supieras cuánto me gustas.
-¿De veras?
-Claro.
-Pues esta noche harás como si fueras muerto.
Aceptó y le tomaron las medidas para hacerle su caja.
El tercer hermano llegó más tarde.
-Ay, niña, eres mi amor. Haría por ti lo que me ordenaras.
-¿Harías de diablito?
-De lo que pidas y mandes.
Lo citó para la noche.
Cuando llegó el que iba a hacer de muerto, lo amortajaron y lo metieron al ataúd.
Al rato llegó el que debía cuidarlo: le dio cuatro cirios y lo mandó al panteón con el difunto a velarlo.
Al más chico lo vistieron con un traje cubierto de latas agujeradas. Cada lata llevaba una vela encendida dentro. Le pusieron cuernos. Salió lanzando destellos y chispas; tintineaba al caminar.
-¿Y qué debo hacer? -preguntó.
-Ve al panteón y te pones a dar de brincos.
Llegó al panteón y, aunque con miedo, comenzó a saltar.
-¡Ave María Santísima, qué es eso! -gritó el que estaba velando. Se echo a correr.
-¡Jam, un diablo! -gritó el muerto y escapó.
-¡Un muerto que corre! -gritaba el diablito al emprender la huida.
El primero volteaba y veía que lo perseguían. No paró hasta llegar a su casa. Se aventó a su hamaca.
El segundo, para escapar del diablo, se escondió en la misma hamaca.
El diablo, con el susto, ni vio que el muerto venía delante de él, se fue a encontrarlo en su mismísima hamaca.
Cuando se dieron cuenta de la broma y de su miedo, dejaron en paz a la muchacha: ni la volvieron a ver; ni adiós le dijeron.

069. anonimo (maya)

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