Cuento popular
Esta es la historia de
una doncella, hija de un señor llamado Cuchumaquic.
Llegaron (estas noticias)
a oídos de una doncella, hija de un señor. El nombre del padre era Cuchumaquic
y el de la doncella Ixquic. Cuando ella oyó la historia de los frutos del
árbol, que fue contada por su padre, se quedó admirada de oírla.
-¿Por qué no he de ir a
ver ese árbol que cuentan?, exclamó la joven. Ciertamente deben ser sabrosos
los frutos de que oigo hablar. A continuación se puso en camino ella sola y
llegó al pie del árbol que estaba sembrado en Pucbal-Chah.
- ¡Ah!, exclamo, ¿qué
frutos son los que produce este árbol? ¿No es admirable ver cómo se ha cubierto
de frutos? ¿Me he de morir, me perderé si corto uno de ellos?, -dijo la
doncella.
Habló entonces la
calavera que estaba entre las ramas del árbol y dijo:
-¿Qué es lo que quieres?
Estos objetos redondos que cubren las ramas del árbol no son más que calaveras.
Así dijo la cabeza de Hun-Hunahpú dirigiéndose a la joven. ¿Por ventura los
deseas?, -agregó.
-Sí, los deseo, contestó
la doncella.
-Muy bien -dijo la
calavera-. Extiende hacia acá tu mano derecha.
-Bien -replicó la joven,
y levantando su mano derecha, la extendió en dirección a la calavera.
En ese instante la
calavera lanzó un chisguete de saliva que fue a caer directamente en la palma
de la mano de la doncella. Mirose ésta rápidamente y con atención la palma de
la mano, pero la saliva de la calavera ya no estaba en su mano.
-En mi saliva y mi baba
te he dado mi descendencia (dijo la voz en el árbol). Ahora mi cabeza ya no
tiene nada encima, no es más que una calavera despojada de la carne. Así es la
cabeza de los grandes príncipes, la carne es lo único que les da una hermosa
apariencia. Y cuando mueren espántanse los hombres a causa de los huesos. Así
es también la naturaleza de los hijos, que son como la saliva y la baba, ya
sean hijos de un señor, de un hombre sabio o de un orador. Su condición no se
pierde cuando se van, sino que se hereda; no se extingue ni desaparece la
imagen del señor, del hombre sabio o del orador, sino que la dejan a sus hijas
y a los hijos que engendran. Esto mismo he hecho yo contigo. Sube, pues, a la
superficie de la tierra, que no morirás. Confía en mi palabra que así será,
-dijo la cabeza de Hun-Hunahpú y de Vucub-Hunahpú.
Y todo lo que tan
acertadamente hicieron fue por mandato de Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculhá.
Volviose en seguida a su
casa la doncella después que le fueron hechas todas estas advertencias,
habiendo concebido inmediatamente los hijos en su vientre por la sola virtud
de la saliva. Y así fueron engendrados Hunaphú e lxbalanqué.
Llegó, pues, la joven a
su casa, y después de haberse cumplido seis meses, fue advertido su estado por
su padre, el llamado Cuchu-maquic. Al instante fue descubierto el secreto de la
joven por el padre, al observar que tenía hijo.
Reuniéronse entonces en
consejo todos los señores Hun-Camé y Vucub-Camé con Cuchumaquic.
-Mi hija está preñada,
señores; ha sido deshonrada, -exclamó Cuchumaquic cuando compareció ante los
señores.
-Está bien, dijeron
éstos. Oblígala a declarar la verdad, y si se niega a hablar, castígala; que la
lleven a sacrificar lejos de aquí.
-Muy bien, respetables
señores, -contestó. A continuación interrogó a su hija:
-¿De quién es el hijo que
tienes en el vientre, hija mía? Y ella contestó: -No tengo hijo, señor padre,
aún no he conocido varón.
Está bien, -replicó. Positivamente eres una
ramera. llevadla a sacrificar, señores Ahpop Achih; traedme el corazón dentro
de un vaso y volved hoy mismo ante los señores, les dijo a los búhos.
Los cuatro mensajeros
tomaron el vaso y se marcharon llevando en sus brazos a la joven y, llevando
también el cuchillo de pedernal para sacrificarla.
Y ella les dijo:
No es posible que me matéis, ¡oh,
mensajeros!, porque no es una deshonra lo que llevo en el vientre, sino que se
engendró solo cuando fui a admirar la cabeza de Hun-Hunahpú que estaba en
Pucbal-Chah. Así, pues, no debéis sacrificarme, ¡oh, mensajeros! -dijo la
joven, dirigiéndose a ellos.
-¿Y qué pondremos en
lugar de tu corazón? Se nos ha dicho por tu padre: "Traedme el corazón,
volved ante los señores, cumplid vuestro deber y atended juntos a la obra,
traedlo pronto en el vaso, poned el corazón en el fondo del vaso" ¿Acaso
no se nos habló así? ¿Qué le daremos entre el vaso? Nosotros bien quisiéramos
que no murieras, dijeron los mensajeros.
-Muy bien, pero este
corazón no les pertenece a ellos. Tampoco debe ser aquí vuestra morada, ni
debéis tolerar que os obliguen a matar a los hombres. Después serán ciertamente
vuestros los verda-deros criminales y míos serán enseguida Hun-Camé y
Vucub-Camé. Así, pues, la sangre y sólo la sangre será de ellos y estará en su
presencia. Tampoco puede ser que este corazón sea quemado ante ellos. Recoged
el producto de este árbol, -dijo la doncella. El jugo rojo brotó del árbol,
cayó en el vaso y en seguida se hizo una bola resplandeciente que tomó la forma
de un corazón hecho con la savia que corría de aquel árbol encarnado. Semejante
a la sangre brotaba la savia del árbol, imitando la verdadera sangre. Luego se
coaguló allí dentro la sangre o sea la savia del árbol rojo, y se cubrió de una
capa muy encendida como de sangre al coagularse dentro del vaso, mientras que
el árbol resplandecía por obra de la doncella. Llamábase árbol rojo de grana,
pero (desde entonces) tomó el nombre de Arbol de la Sangre porque a su savia se
le llama la sangre.
Allá en la tierra seréis
amados y tendréis lo que os pertenece, -dijo la joven a los búhos.
-Está bien, niña.
Nosotros nos iremos allá, subiremos a servirte; tú, sigue tu camino, mientras
nosotros vamos a presentar la savia en lugar de tu corazón ante los señores,
dijeron los mensajeros.
Cuando llegaron a
presencia de los señores, estaban todos aguar-dando.
-¿Se ha terminado eso?,
-preguntó Hun-Camé.
-Todo está concluido,
señores. Aquí está el corazón en el fondo del vaso.
-Muy bien. Veamos,
-exclamó Hun-Camé.
Y cogiéndolo con los
dedos lo levantó, se rompió la corteza y comenzó a derramarse la sangre de vivo
color rojo.
-Atizad bien el fuego y
ponedlo sobre las brasas, -dijo Hun-Camé.
En seguida lo arrojaron
al fuego y comenzaron a sentir el olor los de Xibalbá, y levantándose todos se
acercaron y ciertamente sentían muy dulce la fragancia de la sangre.
Y mientras ellos se
quedaban pensativos, se marcharon los búhos, los servidores de la doncella,
remontaron el vuelo en bandada desde el abismo hacia la tierra y los cuatro se
convirtieron en sus servidores.
Así fueron vencidos los
señores de Xibalbá. Por la doncella fueron engañados todos.
065. anonimo (guatemala)
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