166. Cuento popular castellano
Habla en el pueblo una mujer muy buena
y muy cristiana; pero las vecinas comenzaron a decir que era bruja. Una dijo
que al despertar por la mañana, se encontraba con un mechón de pelo cortao;
otra que durante la noche la esmelenaban las brujas; y un hombre decía que las
brujas no le dejaban vestirse, que cuando se ataba los pantalones, las brujas
no le dejaban, y se le caían.
Y la mujer se dio cuenta un día que
una de sus vecinas, al pasar por delante de su casa, le hizo una cruz y no la
dijo adiós. Y fue llorando a decírselo a mi madre. Y mi madre, aunque sabía lo
que decían las vecinas, la tranquilizaba.
-Pero luego se fijó que otra también
se lo hacía y no la decía adiós, aunque antes hablan sido muy amigas. Y fue
otra vez a decírselo a mi madre. Y entonces la dijo que las demás decían que
era bruja.
Y llorando, fue a ver al párroco, don
Venancio.
-¡Ay, por Dios, don Venancio, que
dicen que soy bruja, y vengo a que me lea usted los evangelios! La Quinta dice que la corto
los mechones por la noche; la fulana que la esmeleno, y su padre que no le dejo
vestir. Y cuando pasan por mi puerta, no me dicen adiós y me hacen la cruz
[hacía la señal de la cruz].
Y la tranquilizó el señor cura:
-Tranquilícese, que yo llamaré a esas
señoras y las reprenderé. Sé que usted es una buena cristiana, y que no hace
daño a nadie.
Y las obligó a hacer una confesión
general. Y resultó que la una usaba un aparato de ondular el pelo, y se cortaba
mechones sin darse cuenta; y la otra a poco tiempo tuvo un crío -y, iclaro!,
por eso amanecía esmelenada-; y el otro estaría borracho...
Cuéllar,
Segovia.
22
de abril, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anónimo (castilla y leon)
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