Kalúa era un bravo cazador,
habitante de un poblado maorí de Nueva Zelanda. Amaba la Naturaleza y los
paisajes hermosos. Una noche que estaba sentado cerca del mar, vio por primera
vez en su vida a la Dama de la Lluvia, vestida de rosa, que lucía una larga
cabellera dorada mientras paseaba junto a su hermana, la Dama de la Niebla.
El cazador, hechizado por la
belleza de ambas, las siguió y cuando las alcanzó les dijo:
-Soy Kalúa, el cazador. ¿Podríais
decirme vuestros nombres?
Ellas se presentaron y le
aseguraron que conocían su fama. Quisieron saber cómo era un cacería y él
explicó con entusiastas palabras los colores de la luz, los aromas de las
flores, las danzas tribales... También les mostró las chozas donde vivían sus
familiares y les contó cómo eran los animales que cazaba.
Con los resplandores del nuevo día,
tuvieron que despedirse. Pero, todas las noches, la Dama de la Lluvia bajaba
del cielo para encontrase con Kalúa. Se enamoraron y, por fin, el cazador le
pidió que se casara con ella.
-Nada me gustaría más -replicó la
Dama de la Lluvia-. Pero no creo que los reyes del espacio aprueben nuestra
unión.
-Pero yo no impediré tus
obligaciones -insistió Kalúa-. Todos los amaneceres podrás irte a cumplir tu cometido.
Y como la Dama de la Lluvia le
amaba, se casaron.
067. anonimo (nueva zelanda)
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