Vivían una vez una madre
y su hijo. Éste era tan culón, que todo el mundo le llamaba Txomin-ipurdi.
Eran muy pobres, y por
ello, un buen día Txomin-ipurdi decidió ir a ver al rey, para pedirle un poco
de dinero. Cuando se dirigía hacia el palacio del rey, en el camino, le salió
a su paso un zorro, que le dijo:
-¿A dónde vas
Txomin-ipurdiii...?
-A casa del rey a pedirle
un poco de dinero -le contestó Txomin-ipurdi.
-¡Ay! ¡Qué cosas no haría
yo si estuviera en su gallinero! -exclamó el zorro.
-Métete en mi trasero -le
contestó el muchacho.
El zorro se metió en su
trasero, y Txomin-ipurdi continuó el viaje. Un poco más adelante se le
presentó un lobo, que le preguntó:
-¿A dónde vas
Txomin-ipurdiii...?
-A casa del rey, a
pedirle un poco de dinero -le contestó igual que al zorro, Txomin-ipurdi.
-¡Ay! ¡Qué cosas no haría
yo si estuviera en sus Caballerizas! -exclamó el lobo.
-Métete en mi trasero -le
dijo también a éste.
El enorme lobo se metió
en sus posaderas, y de esta manera, el zorro, el lobo y Txomin-ipurdi
continuaron el camino hacia el palacio.
En una de esas se
encontró con un río que más parecía un mar por lo grande que era, y cuando
comprobó que no podía vadearlo por ningún lado, le dijo:
-Métete en mi trasero. Y
el río se metió en él.
De esta manera cruzó el
río, en seco; y continuó su viaje llegando hasta la casa del rey.
-Dan, dannn... -tocó la
puerta. Toda la servidumbre quedó asombrada al ver en la puerta un hombre con
semejante culo. Inmediatamente informaron al rey de la presencia de tan
extraño personaje.
-Preguntadle qué es lo
que quiere -les dijo el rey.
Éstos marcharon a
preguntarle a Txomin-ipurdi qué quería, y éste les contestó:
-Un poco de dinero para
que mi madre y yo podamos vivir un poco mejor.
Cuando le explicaron al
rey lo que Txomin-ipurdi pretendía, éste se enfadó, y les dijo:
-Decidle que no hay
dinero para los holgazanes. Y si no quedara con esto conforme llevadlo al
gallinero.
Cuando informaron a
Txomin-ipurdi de que el rey había dicho que no había dinero para los
holgazanes, se enfadó, y empezó a gritar que él no era un holgazán, que solamente
quería un poco de dinero. Entonces los criados lo cogieron en volandas y lo
llevaron al gallinero.
Las gallinas del rey eran
enormes, tan grandes como las ovejas. Para cuando entró Txomin-ipurdi, éstas
empezaron a picotearle por todos lados. Por unos momentos quedó muy quieto,
pero cuando se apercibió de que los criados ya se habían marchado, dijo:
-Ahora estás en el
gallinero del rey. Sal de ahí -le mandó al zorro. El zorro salió, y destrozó
todas las gallinas que allí había.
A la mañana siguiente,
cuando el rey se levantó, mandó a sus criados al gallinero a que recogieran los
restos del culón y los enterraran. Cuando los criados llegaron al gallinero,
vieron a Txomin-ipurdi tranquilamente sentado, y todas las gallinas destrozadas
por el suelo.
El zorro, sin embargo,
cuando cumplió con su trabajo se marchó al monte. Cuando el rey supo lo que
pasó, no lo podía creer, no se explicaba cómo un hombre pudiera hacer semejante
destrozo.
-Llevadlo a las
caballerizas -ordenó a los criados-. Que los caballos no son como gallinas.
Los caballos eran
enormes. Cuando éstos vieron a Txomin-ipurdi, primero se asustaron, pero poco a
poco se le fueron acercando y unos comenzaron a darle coces y otros
dentelladas. Txomin-ipurdi se asustó. Cuando notó que los criados habían
cerrado la puerta, dijo:
-Salta de mi trasero
-ordenó al lobo-. Y fue horroroso el espectáculo... qué ruidos, qué tumbos,
qué relinchos. Cuando el lobo acabó con todos, se marchó al monte.
A la mañana siguiente,
los criados fueron al cobertizo, provistos de un cesto y una azada para poder
recoger los restos de Txomin-ipurdi, y he aquí que quedaron aún más asombrados
que el día anterior... Todos los caballos estaban muertos y Txomin-ipurdi
tranquilamente sentado en el suelo.
El rey, al enterarse de
lo ocurrido, se quedó sin saber qué hacer. Pero pensó que nadie volvería a
reírse de él, y por ello ordenó que pusieran en la plaza del pueblo un montón
de paja, y, poniendo a Txomin-ipurdi encima, se le diera fuego.
Toda la gente del pueblo
trabajó amontonando paja; una vez acabado, pusieron a Txomin-ipurdi encima y le
dieron fuego. Hasta el rey se acercó a la plaza para ver cómo se quemaba
Txomin-ipurdi.
Cuando el fuego fue
cogiendo fuerza, y Txomin-ipurdi empezó a notar calor, dijo:
-Salta de mi trasero
-ordenó al río. Y el río comenzó a salir apagando el fuego e inundando toda la
plaza. La gente empezó a correr huyendo, y hasta el rey se tuvo que marchar, si
no quería ahogarse.
El rey, pensando que
aquel culón le destrozaría todo el pueblo, se atemorizó; y entonces ordenó que
lo trajeran a su presencia.
Trajeron a Txomin-ipurdi,
y el rey le preguntó:
-¿A qué has venido a este
palacio?
-Tú bien lo sabes -le
contestó Txomin-ipurdi-. He venido a por un poco de dinero, pero no habéis
querido darme ese poco que os pedía, ahora quiero que me des todo lo que quepa
en mi trasero.
El rey ordenó que
recogieran todo el dinero, oro y plata que tuviera; pero aún así, no fue
suficiente como para llenar el culo de Txomin-ipurdi.
Después ordenó que se
recogiera todo el dinero que hubiera en el pueblo, pero así y todo no lograron
llenar el trasero de Txomin-ipurdi.
Al final, cuando
Txomin-ipurdi se dio cuenta que en el pueblo ya no quedaba más dinero, le dijo
al rey que era suficiente con lo que tenía.
Después Txomin-ipurdi
marchó a casa, llenó todas las arcas y rincones de ella con el dinero que
trajo, y a partir de entonces, su madre y él vivieron muy felices.
Fuente: Joxemartin Apalategui
108. Anónimo (pais vasco)
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